Caos familiar
“Volvió a preguntarle: ‘¿De veras eres mi hijo Esaú?’ ‘Sí, yo soy Esaú’, respondió Jacob” (Génesis 27:24).
El momento de dar la herencia material y espiritual era una celebración familiar. Pero en la casa de Isaac, Rebeca, Esaú y Jacob, todo fue un caos.
Isaac. Él sabía que Dios había elegido a Jacob desde antes de nacer para que recibiera la herencia como primogénito. Como su hijo predilecto era Esaú, quiso entregarle a él la primogenitura. Por eso, no organizó una celebración, sino que planeó darle la bendición de manera secreta.
Rebeca. Ella también tenía un hijo favorito: Jacob. Ella fue quien planeó el engañó, cocinó los dos cabritos, consiguió la ropa y vistió a Jacob. Si sabía que Dios había elegido a Jacob, ¿por qué habrá recurrido al engaño?
Jacob. Aunque es verdad que su mamá ideó todo, Jacob no era un jovencito cuando pasó esto. ¡Ya tenía más de 70 años! (Isaac tenía 60 años cuando tuvo a sus hijos [25:26]). Aquí, tenía alrededor de 140 años, así que Jacob tenía 80 años). Jacob podía decidir por sí mismo y diferenciar la verdad de la mentira. Mentir a los padres nunca es sensato, pero más todavía cuando están débiles o enfermos.
Esaú. Cuando Esaú se dio cuenta de que su padre ya había bendecido a Jacob, se enojó muchísimo y le exigió a Isaac que le diera al menos una bendición. Se enojó tanto que gritó y lloró. Quizá las cosas hubieras sido diferentes si Esaú hubiera mostrado interés por la herencia espiritual.
Lo que debió ser una celebración se convirtió en un caos. Hubo engaños, gritos, amenaza de muerte y llanto. Se separaron y nunca más estuvieron los cuatro juntos. Para ellos “el fin justificaba los medios”. ¡Qué triste! Seguir los planes de Dios seguro hubiera tenido un mejor resultado. Si decides seguir las indicaciones de Dios, te vas a evitar mucha tristeza.