Un Dios que oye
“Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto. Los hijos de Israel, que gemían a causa de la servidumbre, clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos desde lo profundo de su servidumbre. Dios oyó el gemido de ellos y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob” (Éxodo 2:23, 24).
Nuestro texto para hoy es uno de esos pasajes bíblicos que es fácil leer sin advertir la hermosa verdad que revela acerca del Dios a quien tú y yo adoramos, y la elevada estima en que él tiene a sus hijos.
Lo primero que llama la atención del texto es que el clamor de los hijos de Israel no va dirigido particularmente a Dios. El texto solo dice que clamaron porque “gemían a causa de su servidumbre”. ¿Cómo es, entonces, que Dios escucha ese clamor? Pues, si los padres terrenales son extremadamente sensibles a las necesidades de sus hijos incluso antes de que las expresen verbalmente, ¿cuánto más nuestro Padre celestial? Este es el Dios que, antes de que sus hijos clamen por ayuda, ya él les ha respondido; y que mientras aún estén hablando, ya él ha oído (Isa. 65:24).
Lo segundo que llama la atención en nuestro texto de hoy es que Dios se acuerda de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. ¿No es esto maravilloso? ¡Dios no olvida sus promesas! La promesa a Abraham había sido que haría de su descendencia una gran nación; pero ¿cómo podría cumplirse esa promesa mientras fueran esclavos en Egipto? Antes, por supuesto, debía liberarlos. Por esta razón, cuando se presenta en una zarza que ardía, pero que no se consumía, Dios le dice a Moisés que ha escuchado el clamor de los israelitas, conoce sus angustias, y que ha descendido “para librarlos de manos de los egipcios” (Éxo. 3:7, 8).
He aquí un Dios que escucha el clamor de sus hijos, que conoce sus sufrimientos, y que además los libra de sus angustias. ¿Se puede pedir más? Este es el Dios a quien Jesús vino a revelarnos; tu Padre, mi Padre celestial. ¡Bendito sea su nombre, hoy y por siempre!
No sé cuáles son tus angustias, pero esto sé: si clamas por ayuda al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, él no solamente escuchará tu oración, sino además hará algo al respecto, y en el momento cuando más lo necesites.
¡Hoy mismo puede comenzar tu liberación!
Te alabo, Padre, porque eres un Dios que escucha. Y te doy gracias porque, aun antes de que yo clame a ti, ya tú me has respondido. ¿Qué quieres que haga por ti, Señor, además de honrar tu santo nombre?
Amén