Domingo 16 de Enero | Matutina para Adultos | Mis «25 centavos» de Esfuerzo

Mis «25 centavos» de Esfuerzo

«Mi Dios suplirá todo lo que les falte, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús». Filipenses 4:19, RVC

TODOS LOS MARTES en la mañana el pastor Larry Yeagley les contaba una historia a los niños de la escuela de la iglesia. Uno de esos días, después de concluir el relato, ya se iba cuando se encontró en el pasillo con Cristina, una niña de primer grado, que estaba llorando por haber llegado tarde a la escuela.

¡Me perdí la historia! ¡Me perdí la historia! —decía.

No llores, Cristina —le dijo cariñosamente el pastor. Hablaré con la maestra para que me permita contarte la historia solo a ti, mañana temprano.

A la mañana siguiente, ahí estaba Cristina, esperando. Entonces, con mucho amor, el pastor Yeagley le contó el mismo relato del día anterior. Al final, cuando el pastor se dirigía hacia su auto, la vocecita de la niña lo detuvo.

—Pastor, ¡espere! ¡Por favor, espere! —gritaba la niña, mientras corría hacia el pastor.

Cuando lo alcanzó, la niña colocó en manos del pastor una moneda de vein­ticinco centavos.

—Pastor, quiero que guarde esto para usted —le dijo.

Cuenta el pastor Yeagley que, por momentos, consideró la posibilidad de no aceptar la moneda. Ese era el dinero de su merienda y, probablemente, todo lo que tenía. Pero el regalo era también la expresión de su corazón agradecido. ¿Có­mo podría rechazarlo? Al final, la aceptó y, de inmediato, fue a la cafetería para pagar por la merienda de Cristina. «Siempre he conservado aquellos veinticinco cen­tavos —escribe Yeagley— como recuerdo de mi sacrificada y agradecida amiguita».*

Esos centavitos también nos recuerdan que, no importa cuán pequeños e in­significantes puedan parecer nuestros esfuerzos para agradar a nuestro Padre celestial, él los acepta como lo mejor que podemos hacer, y suple lo que falta, tal como lo declara nuestro texto de hoy y la siguiente cita:

«Cuando está en el corazón el deseo de obedecer a Dios, cuando se hacen es­fuerzos con ese fin, Jesús acepta ese esfuerzo como el mejor servicio del hombre, y suple la deficiencia con sus propios méritos divinos».— Mensajes selectos, t. 1, cap. 60, p. 448.

Gracias, Jesucristo, porque aceptas mis «veinticinco centavos» de esfuerzo para agradarte y obedecerte. Sobre todo, gracias porque suples mis deficiencias con tus propios méritos santos. ¿Qué puedo decir, si no que eres un maravilloso Salvador?

*Larry Yeagley, La dádiva divina del perdón, APIA, 2003, p. 53.

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