Engaño prehistórico
“Llegará el tiempo en que la gente no escuchará más la sólida y sana enseñanza. Seguirán sus propios deseos y buscarán maestros que les digan lo que sus oídos se mueren por oír” (2 Timoteo 4:3, NTV).
Uno de los mayores engaños en la historia de la arqueología tuvo su inicio en Cardiff, Nueva York, el 16 de octubre de 1869. Sucedió así.
George Hull, un tabaquero de Birmingham, Alabama, contrató a un escultor en 1868 para que tallara un bloque de yeso con la forma de un gigante de tres metros de altura. Luego, lo envió a Cardiff, donde lo enterró en secreto en la granja de William Newell, un amigo que estaba al tanto del engaño.
El 16 de octubre, casi un año después, la estatua fue “descubierta” por un obrero que había sido contratado para cavar un pozo. Hull y Newell difundieron el rumor de que el gigante era un hombre petrificado de los tiempos bíblicos. Y a partir de ahí, el engaño se disparó y se convirtió en una sensación a lo largo y ancho del mundo.
El gigante fue enviado a exhibiciones en ciudades de la costa este: Syracuse, Albany, Nueva York y Boston.
Se cobraba un dólar por persona para verlo, una cantidad exorbitante en aquella época. Miles de personas acudieron a ver al gigante, y ellos ganaron cantidades ridículas de dinero.
Por supuesto, era cuestión de tiempo que alguien se diera cuenta y denunciara a los estafadores. El engaño fue descubierto por Othniel Marsh, un paleontólogo de la Universidad de Yale, que anunció a todo el mundo que la estatua era de origen muy reciente y no era más que una patraña. Hoy en día, el gigante de Cardiff está expuesto en el museo de los granjeros de Cooperstown, Nueva York.
A veces, parece que la gente está dispuesta a creer casi cualquier cosa con tal de entretenerse o de vivir un escándalo. Algunas personas son escépticas por naturaleza, pero la mayoría es probablemente más seguidora que líder, y eso puede traerles problemas espirituales.
Recuerda, si suena demasiado bueno para ser cierto, probablemente no lo sea. Pablo dijo que hay que ser sabio. No caigas en todas las enseñanzas que aparezcan. Sospecha de una manera saludable. Investiga, y serás recompensado por tu buen juicio y tu sentido común espiritual.