Oraciones descorteses
“¿Se ha olvidado Dios de ser bondadoso? ¿Habrá cerrado de un portazo la entrada a su compasión?” (Sal. 77:9, NTV).
Hay porciones de la Biblia de las que muy pocas veces hablamos. Hay versículos que no vamos a imprimir en señaladores, ni a estampar en camisetas, porque nos parecen descorteses. Sin embargo, ¡forman parte del canon bíblico! Aunque nos incomoden, las lamentaciones son oraciones necesarias para mantener una fe viva y honesta.
En su libro A Praying Life [Una vida de oración], Paul Miller explica la importancia del lamento: “Creemos que los lamentos son irrespetuosos. Dios dice lo contrario. Lamentarse demuestra que tienes una relación con Dios, una fe vibrante y activa. Vivimos en un mundo hecho pedazos. Si los trozos de nuestro mundo no te rompen el corazón y no estás enfrentando a Dios al respecto, entonces… has tirado la toalla”.
La Biblia tiene muchos lamentos. Los Salmos están repletos de estas oraciones “descorteses”, y aun entre los profetas hay numerosos ejemplos. Nadie consideró al profeta Jeremías o al profeta Habacuc menos espirituales por sus oraciones de lamento. De hecho, pendiendo de la cruz, también Jesús oró con desgarradora honestidad: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mat. 27:46, NTV).
No sé cómo llegamos a pensar que honraremos a Dios al ocultar nuestros verdaderos sentimientos y al usar solo palabras “bonitas” en nuestras oraciones. Cuando la vida nos golpea con injusticias y tragedias, sentimos una especie de presión por defender la reputación de Dios y sepultar nuestras preguntas. Nuestro corazón quiere gritar: “Dios, ¿dónde estás?”, pero como nos enseñaron que hablar así es pecado, perdemos nuestra voz y nuestra fe.
“Si no lamentas las partes rotas del mundo, entonces tu corazón se apaga”, escribe Miller. “Tu relación vital con Dios muere lentamente [… ] Silenciosamente, te vuelves cínico. El cinismo te aleja de Dios; los lamentos te empujan a su presencia. Entonces, por extraño que parezca, no lamentarse conduce a la incredulidad”. La fe usa el lamento para crecer. Las oraciones “descorteses” mantienen el canal de comunicación abierto y nuestra relación con Dios viva y auténtica.
Señor, quiero que mis oraciones tengan autenticidad emocional. Enséñame a lamentarme como David, en el Salmo 13. Su valentía y honestidad le permitieron procesar sus emociones. Necesito vulnerabilidad emocional para tener una relación más honesta contigo. Gracias porque te interesan todas mis emociones, no solo las “bonitas”. Amén.