Aprendiendo del miedo del pasado
Pero yo les dije: “¡No se asusten ni les tengan miedo!” Deuteronomio 1:29, NTV.
Moisés le recordó a la nueva generación la actitud de sus antepasados cuando, cuarenta años atrás, estaban aterrorizados por el informe de los diez exploradores faltos de fe. Sus padres no confiaron, y Dios no los obligó a seguir sus instrucciones, pues no es el plan de Dios obligar a nadie a dejar su incredulidad. Delante de ti están la luz y las tinieblas, la verdad y el error: la decisión es tuya.
Dios no esperaba una obediencia impulsiva. Les proveyó suficientes evidencias, pero ellos decidieron responder con porfiada rebeldía y murmuraciones. Su decisión fue basada en un informe negativo y contradictorio. Cuando tengas miedo, analiza con cuidado si acaso tu atención no esté enfocada en lo negativo de la situación. Cuando tomas decisiones, concéntrate en la dirección divina y en sus promesas. Los problemas, las dudas y el miedo no tienen por qué robarte la victoria.
Estaba en medio de más de cincuenta docentes, directores y supervisores para presentar mi proyecto de trabajo con niños cuyo rendimiento escolar era afectado por su situación familiar. El grupo me atacaba ferozmente. Algunos atacaban el proyecto, otros atacaban mis pocos años en esa institución, otros no sabían ni por qué estaban en desacuerdo. Cerré mis ojos durante unos segundos y clamé por la presencia divina. Me quedé en silencio, volviendo la mirada hacia donde venía el siguiente ataque, mientras que Dios me susurraba: No tengas miedo de ellos. De repente, el ambiente cambió, una docente empezó a hablar a mi favor, dijo que debían avergonzarse de tal actitud, y me pidió disculpas en nombre de todos. Otra se le unió, y en los minutos siguientes la reunión se parcializó entre defensores y detractores. Se reinició el concurso por aquella posición, pero nadie entregó los requisitos solicitados: el currículo y un modelo escrito del proyecto. Fui restituida a mi cargo por ausencia de competencia. La fidelidad de Dios brilló una vez más.
La primera derrota de los israelitas se debió al fenómeno recurrente o efecto dominó: el pánico se fue extendiendo desde los jefes hasta los menores, impidiendo el poder divino para la conquista. Cuando escuches un mal reporte, no te confíes de lo que piensa la mayoría. La verdad, aunque negada por todos, sigue siendo verdad. La mentira, aunque aceptada por muchos, sigue siendo mentira.