Medicamento para el sida
“Si escuchan mi voz […] no traeré sobre ustedes ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor,que les devuelve la salud” (Éxodo 15:26, NVI).
El sida es posiblemente la enfermedad más temible de nuestro tiempo. Cuando se descubrió por primera vez, cundió el pánico porque no había cura conocida. Se convirtió en una grave amenaza para la salud de nuestro planeta, y todavía lo es.
Pero, en este día de 1987, el gobierno de los Estados Unidos aprobó un medicamento para la lucha contra el sida. La fabricación del fármaco azidotimidina (AZT) se consideró un verdadero avance en la batalla. Por desgracia, el costo inicial por paciente resultó ser de más de 10.000 dólares al año. En los primeros tiempos de la concientización sobre el sida, se decía que la enfermedad solo podía transmitirse a través de las relaciones homosexuales o del uso de agujas sucias. Luego, descubrimos que también podía transmitirse a través de las relaciones sexuales sin protección y de la madre al feto a través de la sangre.
La cantidad de personas que viven con el sida o el VIH (virus de inmunodeficiencia humana) ha pasado de unos 8 millones en 1990 a 37,9 millones en 2018. Más de 32 millones de personas han muerto de sida desde 1981, y hoy hay más de 13,8 millones de huérfanos en todo el mundo a causa del sida. En 2007, el 50 % de los casos de sida en todo el mundo se dieron en mujeres, y hoy los jóvenes representan la mitad de las nuevas infecciones por VIH. Millones de personas en los países en vías de desarrollo necesitan urgentemente medicamentos contra el sida que les salven la vida, pero muchos no tienen acceso a ese tratamiento.
Nadie sabe qué será de la epidemia de sida. Los científicos de todo el mundo trabajan en la búsqueda de soluciones para ayudar a erradicar la enfermedad, pero se vislumbran en el horizonte nuevas formas de sida. Una de las últimas preocupaciones es la posibilidad de que enfermedades mortales del pasado, como la tuberculosis o la viruela, adopten las características del virus del sida.
Dios quiere que estemos libres de enfermedades. Su plan original de que mantengamos relaciones fieles contribuye en gran medida a protegernos, y haríamos bien en escuchar ese consejo.
Vivimos en un planeta en el que se ha infiltrado un enemigo que trae la enfermedad a todo el que puede, pero llegará el día en que este enemigo será visto como el ser nefasto que es; y Dios cumplirá su plan y logrará lo que realmente quiere hacer: sanarnos completa y permanentemente.