Pide, busca y llama
“Sigue pidiendo y recibirás lo que pides; sigue buscando y encontrarás; sigue llamando, y la puerta se te abrirá” (Mat. 7:7, NTV).
Hablando acerca de la oración, Jesús dijo: “Pide, busca y llama”. ¡Hay una progresión implícita en estas palabras! Si vas a la ciudad de San Carlos de Bariloche a visitar a una amiga, lo primero que harás es pedir información: “¿Cómo llego al barrio Pinar del Lago?” Una vez que encuentres el barrio, el siguiente paso será buscar la casa de tu amiga. Finalmente, estacionarás tu automóvil y te bajarás para llamar a la puerta. Pide, busca y llama. Hay una progresión no solo en la intensidad de la oración, sino además en la cercanía con Dios, en la fusión de nuestra voluntad con la del Padre.
Nuestra relación con Dios es progresiva. Cuando comenzamos a dar los primeros pasos, nuestra fe es inmadura y se basa en pedir y en las bendiciones que podemos obtener. Con el tiempo, Dios nos guía a buscarlo a él, no solo a los panes y los peces. El autor cristiano Richard Foster describe este cambio en Prayer [La oración]: “Al principio, nuestra voluntad lucha con la voluntad de Dios. Rogamos. Hacemos pucheros. Demandamos. Esperamos que Dios actúe como un mago. […] Nos especializamos en soluciones instantáneas y oraciones manipulativas. Con el tiempo, sin embargo, comenzamos a adentrarnos en una etapa llena de gracia, renunciando a nuestra voluntad y moviéndonos hacia la voluntad del Padre”. En esta etapa, aprendemos a buscar a Dios, cueste lo que costare, aunque no haya panes ni peces, sino hambre y sed.
Comenzamos a llamar a la puerta cuando con sumisión reverente (Heb. 5:7, NVI) intercambiamos nuestros sueños por los de Dios. Entonces, él nos invita a llamar y arremeter contra las puertas del Hades mismo (Mat. 16:18). Nos invita a vivir vidas audaces, en las que el Reino de Dios se manifiesta poderosamente. Vidas florecidas, con palmas abiertas, que transcienden nuestro orgullo y se orientan en servir a los demás. Cuán bello es notar que Jesús dijo: “Pide, busca y llama”. ¡Él no espera que nos salteemos ningún paso! Jesús nos acompaña a lo largo del camino; responde a todas nuestras oraciones por su amor, no por nuestro mérito. Él nos invita a crecer, a tener una relación más íntima, para su gloria y nuestro bien (Juan 16:24).
Señor, enséñame a pedir, a buscar y a llamar. Quiero seguir avanzando y madurando en la fe. Quiero estar más cerca de ti, para que mi corazón, en reverente sumisión, desee solo lo que tú deseas. Amén.
Amén