Lo antiguo y lo nuevo
“Grande es Jehová y digno de ser en gran manera alabado en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo. ¡Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra es el monte Sion, a los lados del norte! ¡La ciudad del gran Rey!” (Salmo 48:1, 2, RVR 95).
La historia de Jerusalén es a la vez gloriosa y trágica. Ha sido destruida dos veces, asediada 23, atacada 52, y capturada y reconquistada 44 veces. Hace más de 4.000 años, Abraham visitó la ciudad de Jerusalén y a su rey, Melquisedec. El nombre de la ciudad en aquella época era Salem. Luego, unos mil años más tarde, David conquistó la misma ciudad pero, para entonces, su nombre había sido cambiado a Jebús. David pensó que sería un gran lugar para establecer la capital de la nación de Judá, y así lo hizo cuando se convirtió en rey.
Habían transcurrido 400 años desde entonces cuando la capital fue destruida por el rey Nabucodonosor, de Babilonia. Cuando los judíos regresaron del cautiverio babilónico unos años después, fue reconstruida; y esa fue la misma ciudad por la que Jesús caminó y en la que predicó. En el año 70 d.C., las tensiones entre los judíos y los romanos habían llegado a su punto álgido, lo que provocó que toda la ira de los césares descendiera sobre ese torturado lugar. El general romano Tito y su ejército arrasaron Jerusalén, esparciendo incluso las piedras del templo, y así se cumplió la predicción de Jesús.
La ciudad fue reconstruida durante los siguientes 60 años; y llegó a ser, alternadamente, el hogar de judíos, de romanos y de cristianos. La época medieval trajo consigo las cruzadas y, por 150 años, guerreros cristianos de toda Europa intentaron recuperar la ciudad santa de la ocupación musulmana.
A principios del siglo XX, las Naciones Unidas le entregaron a Gran Bretaña el territorio palestino para que lo administrara. En 1948, luego de la Segunda Guerra Mundial, se decidió dividirlo en dos Estados independientes (uno árabe y uno judío). Aunque los árabes decidieron ocupar la mayor parte de Jerusalén, en este día de 1950, la ciudad se convirtió en capital del Estado de Israel. Desde entonces, la asediada Jerusalén ha sido un constante campo de batalla entre judíos y árabes.
Jerusalén nunca más será el hogar de la iglesia oficial de Dios, pero se acerca el día en que la Nueva Jerusalén será nuestro hogar. Cuando Jesús, con su ejército de ángeles, regrese para liberar a sus seguidores, los llevará a vivir con él en esa ciudad de mansiones, donde puertas de perla se abren frente a calles de oro y el río de la vida fluye desde el trono de Dios. ¿Por qué no haces hoy mismo tu reserva para poder estar allá?