La amargura es opcional
“Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente. Así que, ¡no tengan miedo! Yo cuidaré de ustedes y de sus hijos” (Génesis 50:20, 21, NVI).
“El dolor es inevitable, pero la amargura es opcional”, dice la gente, y con mucha razón porque, aunque no podemos controlar mucho de lo malo que nos sucede, sí podemos controlar la forma en que respondemos a lo que nos sucede. Tomemos por ejemplo la experiencia que vivió Kathleen Gooley cuando, poco antes de su boda, su novio le dijo que ya no se quería casar. Para ese momento ya la pareja había pagado los costos de la recepción, lo cual significaba que se perderían cerca de 4.500 dólares que costaba la cena para 150 personas. ¿Qué hizo Kathleen ante esta circunstancia tan adversa? Según informó The New York Times, decidió seguir adelante con la cena; solo que, en lugar de sus familiares y amigos, invitó a los mendigos y la gente sin hogar de Norwalk, Connecticut. Como resultado de su iniciativa, varios negocios locales donaron las flores y proveyeron el transporte para los nuevos “invitados” (“No Wedding, but the Cake Isn’t Wasted”, 24 de junio de 1990).
¡Ahí está! No podemos controlar las circunstancias de la vida, pero sí podemos controlar la manera en que respondemos a esas circunstancias. Con su actitud, Kathleen convirtió un suceso doloroso en una bendición “para mucha gente”. Muchos siglos antes, Egipto fue testigo de un suceso similar, con lo que sucedió en la vida de José, el hijo de Jacob. Si alguien tenía sobradas razones para amargarse, ese era sin duda José. Fue vendido como esclavo por sus propios hermanos; fue encarcelado injustamente acusado de acoso sexual, pero José no permitió que esas adversidades amargaran su vida. En cambio, fue el instrumento de Dios para “salvar la vida de mucha gente”, tal como lo señala nuestro texto para hoy.
¿Hay algún suceso de tu vida que hoy recuerdas con dolor? ¿Alguna herida que alguien le causó a tu corazón? Si este es el caso, la historia de José nos enseña que Dios puede hacer que eso malo que ocurrió sirva para algo bueno, ya sea en tu vida, o en la vida de otros. Sobre todo, nos recuerda que, entre la amargura y el perdón, siempre te irá mejor si escoges el camino del perdón.
Padre celestial, hoy quiero pedirte que arranques las raíces de amargura que hay en mi corazón, y que conviertas mis experiencias dolorosas en fuente de bendición “para mucha gente”.
Gracias a Dios por ese testimonio tan hermoso y valioso. Bendiciones 🙏♥️
Gracias por esta opción tan útil para enfrentar nuestras circunstancias del día, las tinieblas desaparecen leyendo diariamente la palabra de Dios.
Me encantó esta hermosa enseñanza.