Le pertenecemos
«Ustedes son mis ovejas, las ovejas de mi prado. Yo soy su Dios. Yo, el Señor, lo afirmo». Ezequiel 34: 31
En una oportunidad me hospedé en su casa. Me dieron una cama que estaba cerca de la puerta del patio. Después de una larga y extenuante jornada, tomé la cena y me fui a descansar. Me dormí profundamente.
Pero al amanecer una brisa fría me despertó. Me di cuenta de que la puerta del patio estaba abierta y se colaba el frío de la noche. Me levanté, medio dormido, para cerrarla. Al llegar a la puerta escuché un llanto que venía de la oscuridad de la noche. Salí al patio para ver de qué se trataba. Era la dueña de la casa que estaba arrodillada, llorando. Pude escuchar parte de su oración. Le estaba pidiendo perdón a Dios por el intento de aborto que había llevado a cabo.
Me arrodillé a su lado y allí me contó lo que la atormentaba. Había quedado embarazada y ya tenía varios hijos. La situación económica era difícil para la familia y una persona más complicaría las cosas. Por eso, buscó consejo con sus amigas, quienes le dijeron que era mejor interrumpir el embarazo y le aconsejaron tomar insecticida. Ella preparó todo y, un día, se tomó un frasco de un insecticida muy común en el mercado. Cuando la llevaron al hospital y le dieron los primeros auxilios pudieron salvar su vida y la del bebé.
Al llegar el momento del parto, ella seguía aterrada. La niña nació, y todo estaba aparentemente bien. Con el paso del tiempo se supo que había un problema con la vista de la bebé. Desde muy pequeña le indicaron lentes para poder ayudarla con la visión. La joven era la secretaria de la iglesia, muy consagrada al servicio de Dios. Detrás de los gruesos anteojos tenía los ojos azules más hermosos que he visto. Periódicamente le daban algunas crisis de salud y era allí cuando su mamá se llenaba de remordimiento por el daño que le había ocasionado a su hija. Oramos confesando el error y pedimos misericordia. Cuando hablaba con la joven ella siempre se mostró alegre y agradecida con Dios. Ella siempre me decía:
—Soy una débil oveja de Dios. Él se ha encargado de mí desde mi niñez. Es mi Dios y mi Pastor. @Dios puede sacar una bella historia incluso de nuestros más horrendos errores. Hoy, colócate en sus manos, él te dice: «Tú me perteneces, yo estoy al control de tu historia».