El espiritismo
“Eran espíritus de demonios, que hacían señales milagrosas” (Apoc. 16:14).
“No te preocupes por la muerte, ¡no es permanente!” Vi esta calcomanía pegada en el parachoques de un auto. El mensaje expresa la desesperada búsqueda de la mayoría de los seres humanos a través de los siglos. Desde los primeros documentos que registran la historia de la humanidad, se percibe la búsqueda de algo que demuestre que la existencia humana de alguna manera continúa después de la muerte. Los antiguos pensaban que podían contactar a los muertos y pedirles ayuda; los egipcios colocaban cartas en las tumbas de sus familiares, solicitando a sus seres queridos fallecidos que intercedieran por ellos ante los dioses.
En 1848, las hermanas Fox, hijas de un granjero que vivía en Hydesville, Nueva York, se convencieron de que unos misteriosos golpes que escuchaban provenían de un hombre que había sido asesinado y enterrado en el sótano de la casa. Sus charlas sobre sus experiencias sobrenaturales despertaron un gran interés en el espiritismo, que se extendió rápidamente por todos los Estados Unidos y luego a Gran Bretaña, Sudáfrica, Nueva Zelanda y el resto del mundo de habla inglesa.
Las bajas masivas de la Guerra Civil estadounidense intensificaron aún más el interés en el espiritismo. La gente quería asegurarse de no haber perdido para siempre a sus padres, hijos y parientes varones, sino que estos habían “pasado” a un mundo mejor. Pocos años después de la guerra, los espiritistas sumaban millones en los Estados Unidos. El interés por el espiritismo repuntó nuevamente después de la horrible matanza de la Primera Guerra Mundial.
Las creencias y prácticas espiritistas intrigaron incluso a los adinerados e intelectuales. Thomas Henry Huxley, el ardiente defensor de la teoría evolucionista de Darwin, fue una de las pocas figuras científicas importantes de la época que no incursionó en el espiritismo, pues no creía en nada sobrenatural. Otros científicos estuvieron dispuestos a aceptar el evolucionismo, pero sin renunciar a la creencia de que los seres humanos tienen un alma inmortal.
Durante los días finales, el espiritismo tomará formas nuevas, incluso más sutiles, a medida que las personas continúan buscando la seguridad de una vida después de la muerte. La buena noticia es que aquella calcomanía de parachoques tiene mucho de verdad. La muerte no es permanente y no debemos preocuparnos por ella, siempre y cuando confiemos en Dios y en la resurrección que él promete, no en alguna forma de inmortalidad inherente a nosotros mismos (porque ese es un concepto antibíblico).
GW