Domingo 26 de Febrero de 2023 | Matutina para Jóvenes | Gambito

Domingo 26 de Febrero de 2023 | Matutina para Jóvenes | Gambito

Gambito

Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano. 1 Corintios 15:58.

Tengo una familia a la que les gustan los juegos de mesa. Muchas tardes, al final de una jornada veraniega, nos hemos sentado a jugar al dominó. Reconozco que mi padre posee un don especial para saber qué tiene cada uno en sus fichas. Por eso nos gusta jugar a su lado: a todo el mundo le gusta ganar. Otra cosa es vértelas en una partida de ajedrez con él. Cada neurona debe estar bien concentrada para no perder. Con mi padre aprendí lo que era un “gambito”. Consiste en sacrificar una pieza con el objetivo de tomar una posición que dé ventaja. No entendí este movimiento hasta que pude ver cómo acababan esas partidas. Mi padre ganaba siempre. Pues, te voy a decir algo: en la vida cristiana sucede algo similar. Vivimos experiencias adversas para que, con el tiempo, comprendamos que nos fueron de beneficio. En el momento son dolorosas, pero al pasar los años damos gracias a Dios.

Conozco a una joven maestra que se presentó a unas oposiciones. Coincidió que uno de los exámenes se realizaba en sábado y pidió, como es de ley, que se le cambiara la fecha. Los medios se hicieron eco de la situación y publicaron noticias en su contra, generando una actitud negativa en los evaluadores. No aprobó las oposiciones, pero otras maestras de la misma iglesia que se presentaron al examen en sábado, sí las aprobaron. ¿Cómo se entiende esto? ¿El fiel no prospera? Claro que prospera, pero es que estamos a mitad del juego. Un gambito no significa que se acabe la partida. Estoy seguro de que cuando esa maestra, desde la eternidad mire hacia atrás, verá que aquello le permitió crecer como creyente y madurar como persona.

Cristo pendiendo de la cruz sufrió, a los ojos de todos, una derrota brutal. Su cuerpo inerte tendido en el madero pudo considerarse una victoria del mal. Pero era el movimiento imprescindible para realizar la jugada maestra de Dios. Un gambito, el Hijo de Dios crucificado, a cambio de millones y millones de nuestras almas. La jugada bien mereció la pena. Pienso en María, su madre, ese sábado de silencio, en los discípulos aterrados y desparramados, en las multitudes sin esperanza. Pero llegó el terremoto y despertó de la muerte. Miles de resucitados dieron testimonio de su movimiento.

Estamos a mitad de la partida y no siempre entendemos la jugada. Es lógico, nuestro Padre juega mejor que nosotros a este juego. Él sabe lo que hace, deja que él mueva las fichas.

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