Los más difíciles de teñir
“Vengan, pues, dice el Señor; y razonemos juntos: Aunque sus pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Isaías 1:18, RVA 2015).
Nuestro texto de hoy, en una versión moderna de la Biblia, dice así: “Vengan, pongamos las cosas en claro […]. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Quedarán como la lana!” (Nueva Biblia al Día).
El pueblo de Dios estaba hundido en el pecado. A través del profeta Isaías, Dios los llama “gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malhechores” (Isa. 1:4). Lo peor era que ni siquiera se habían percatado de su condición, porque seguían trayendo a Dios sus ofrendas, como si nada malo estuviera ocurriendo. ¡Pero sus manos estaban “rojas” de sangre! (Vers. 15). ¿Será por esta razón que Dios comparó el pecado de su pueblo con el rojo de la púrpura y el escarlata?
Desde hacía tiempo esta pregunta estaba rondando en la mente de un pastor de iglesia de Yorkshire, en el norte de Inglaterra, a quien G. Campbell Morgan estaba visitando. Cuenta Campbell Morgan que una noche, mientras conversaban, su amigo le contó de una experiencia que había vivido cuarenta años antes. Él se proponía predicar sobre Isaías 1:18, pero no sabía por qué el Señor usaba los colores púrpura y escarlata para describir el pecado. Entonces decidió preguntar a un tintorero cuáles eran los colores más difíciles de tratar en el proceso de teñido.
–Los colores más difíciles de teñir –le respondió el tintorero– son la púrpura y el escarlata. El negro es fácil (Treasury of the Christian World, p. 332).
¡Ahí estaba la explicación! De la misma manera que el tintorero no puede remover de la tela el rojo púrpura –o el escarlata–, tampoco puede el pecador por sus propios esfuerzos limpiar su culpa de pecado. ¿Qué hace, entonces, nuestro maravilloso Dios? Él amorosamente nos invita a “poner las cosas en claro”: Si nuestros pecados son como escarlata, “¡quedarán blancos como la nieve!”; si son rojos como la púrpura, “¡quedarán como la lana!”.
¿No es esta la mejor de las noticias? Dicho de otra manera: si grande es la culpa de nuestros pecados, ¡infinitamente mayor es el amor de Aquel que no escatimará esfuerzos con tal de perdonarnos!
Gracias, Jesucristo, porque solo tu preciosa sangre puede hacer lo que nada en el vasto universo puede lograr: remover la mancha de mi pecado, y limpiarme de toda maldad. ¡Bendito sea tu nombre, ahora y por toda la eternidad!