Domingo 31 de Julio de 2022 | Matutina para Mujeres | Guía

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Guía

“Cada vez que la nube se levantaba del tabernáculo, el pueblo de Israel se ponía en marcha y la seguía. Pero si la nube no se levantaba, ellos permanecían donde estaban hasta que la nube se elevaba” (Éxo. 40:36, 37, NTV).

Algunas veces siento envidia de Moisés y del pueblo de Israel. Si la nube reposaba sobre el Tabernáculo, ellos sabían que debían permanecer donde estaban. Sin embargo, cuando la nube se levantaba, era hora de levantar campamento y emprender la marcha. Tan simple como un semáforo que pasa de rojo a verde, o como una bandera a cuadros que ondea.

¿Por qué no me envía Dios una nube cada vez que tengo que tomar una decisión?

Dios puede, si así lo deseara, mostrarnos de forma milagrosa cuáles son los siguientes pasos que debemos tomar; todos y cada uno de ellos. Sin embargo, a menudo Dios escoge guiarnos como una brújula y no como un GPS, dándonos así mucha más libertad de la que esperábamos. En su libro God’s Guidance [La guía de Dios], Elisabeth Elliot reflexiona acerca de nuestra tendencia a añorar el pasado: “De vez en cuando me siento un poco nostálgica al notar cuánto Dios me permite controlar. Ejercitar la inteligencia es cansador. ¿No podría sencillamente cerrar mis ojos y pedir una visión?” Si somos honestas, admitiremos que a veces pretendemos que Dios nos guíe de una forma sobrenatural porque es más sencillo que aprender a ser responsables y adquirir discernimiento. Aunque nos gusta pensar que los israelitas tenían una vida más sencilla y mejor porque simplemente seguían la nube, el libro del Éxodo demuestra que esto no fue así. Confiar en Dios es una cuestión de fe y de práctica. No depende, necesariamente, de cuántas señales recibamos.

Dios desea que fortalezcamos nuestra relación con él por medio de la experiencia y de la práctica. Es cierto que no tenemos la nube, ¡pero tenemos algo mucho mejor! Porque, como escribe Aimee Joseph en su artículo “How to Follow God Without a Pillar of Fire”, “a los discípulos […] se les ha dado algo mucho mejor que […] columnas de humo o fuego. En realidad, no tenemos algo, sino a Alguien: al Espíritu Santo. En lugar de dirigir nuestros pasos desde afuera, él ha elegido vivir dentro de nosotros”. La nube, por así decirlo, se mudó a nuestros corazones. ¡Qué maravilla!

Señor, gracias por el Espíritu Santo, que me guía y me enseña en todo momento. Ayúdame a confiar en ti, a estudiar las Escrituras y a hacer mi parte. Gracias, porque nunca estoy sola cuando necesito tomar una decisión.

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