“¡Competiré con los caballos!”
“Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿cómo competirás con los caballos?” (Jeremías 12:5, RVA 2015).
El profeta Jeremías se encontraba en un contexto complicado. A la par que la gente buena sufría, los impíos prosperaban. Además, el profeta no veía que sus mejores esfuerzos por detener la decadencia espiritual de Judá estuvieran dando resultado. Para colmo, de la misma casa de su padre se levantarían contra él (Jer. 12:6).
En el fondo, Jeremías sabía que Dios es justo, pero ¿cómo reconciliar esa justicia con la realidad que cada día contemplaban sus ojos? Entonces se queja ante Dios: “¿Hasta cuándo va a estar seca la tierra y marchita la hierba de los campos? Los animales y las aves se están muriendo por la maldad de los habitantes del país, que piensan que no ves lo que ellos hacen” (Jer. 12:4, DHH).
¿Suena familiar? “¿Hasta cuándo, Señor, voy a sufrir con esta enfermedad?” “¿Hasta cuándo tendré que soportar el maltrato de mi cónyuge?” “¿Hasta cuándo seguiré cediendo a esta tentación?” Entendemos muy bien a Jeremías porque hemos estado ahí, sin respuestas; y, en el fondo, casi culpando a Dios porque parece no interesarse.
¿Qué le respondió el Señor? “Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿cómo competirás con los caballos?” ¡Qué manera más interesante de reprender al profeta! En otras palabras: “Jeremías, ¿apenas está comenzando la pelea, y ya quieres ‘tirar la toalla’? ¿Entonces qué podré esperar de ti cuando la situación se complique más? ¡Porque se va a complicar!”
La Escritura no registra una respuesta inmediata de Jeremías al desafío que el Señor le planteó, pero sabemos que el profeta permaneció en el puesto del deber, a pesar de todas las dificultades. Su ministerio abarcó los últimos cuarenta años de la existencia de Judá. Durante ese tiempo, vio a cinco reyes ocupar el trono, y a cada uno de ellos dio mensajes de reforma y reavivamiento espiritual (Comentario bíblico adventista, t. 4, p. 382). Dicho de otra manera, ¡decidió competir con los caballos!
¡Qué mensaje tan oportuno! Si no podemos hacer frente a los desafíos que la vida nos presenta hoy, ¿cómo podremos superar las grandes dificultades del mañana? Y si no podemos con las pequeñas tentaciones, ¿cómo venceremos las grandes? Al igual que Jeremías, ¡decidamos competir con los caballos! Y mientras enfrentamos nuestras pruebas, recordemos que Aquel que está con nosotros es más poderoso que quienes están contra nosotros.
Padre celestial, hoy decido competir con los caballos. Ayúdame a creer que, cuanto mayor sea la prueba que me toque enfrentar, mayor será también el poder que me darás para vencer, no solo hoy, sino todos los días, hasta el fin del mundo.