La poda
“Él corta de mí toda rama que no produce fruto y poda las ramas que sí dan fruto, para que den aún más” (Juan 15:2, NTV).
A veces, pareciera que cuanto más nos enfocamos en permanecer en Dios, peor nos salen las cosas. Imagina esto: estás llegando tarde al trabajo; el tránsito se mueve al paso de una tortuga renga; tus hijos, a los que todavía tienes que llevar a la escuela, están sentados en el asiento de atrás, peleándose por una caja de jugo de naranja. Tú les pides varias veces que se calmen, intentando ser paciente, porque realmente deseas permanecer en Cristo. Sin embargo, ellos siguen peleando por la caja de jugo, arrebatándosela el uno al otro, hasta que la caja estalla y salpica jugo por todas partes. ¡Ahora eres tú quien estalla! Los retas con palabras más fuertes de las que debieras usar. Enseguida, en cuanto las palabas salen de tus labios, te sientes culpable y fracasada. ¿Qué está sucediendo? ¿Permanecer en Cristo no funciona?
Cuando Jesús nos comparó con pámpanos de la vid, hizo un comentario acerca de la poda que solemos pasar por alto.
El viñador poda las ramas que dan fruto, para que den aún más fruto. Aquella batalla por el jugo de naranja no implica que Cristo no esté contigo. En realidad, es una oportunidad para ser limpiada y producir más fruto. Imagínate nuevamente al volante, en medio de ese caos pegajoso. Sin embargo, esta vez, en lugar de aceptar los pensamientos derrotistas que te susurra el enemigo, tú le preguntas a Dios qué es lo que él está podando en tu corazón. Es posible que Dios te inspire a disculparte con tus hijos por tu impaciencia. Y es muy probable que tu ejemplo, al hacerte responsable por tus errores y pedirles perdón, los impacte mucho más que cien sermones al respecto. ¿Lo notaste? La poda produjo fruto.
¡Solo las ramas que llevan fruto son podadas! Las ramas secas y muertas, aquellas que no están conectadas a la Vid ni desean ser reinsertadas, son arrancadas y quemadas. Cuando te equivoques, cuando tropieces, cuando te caigas, acércate al Viñador y pregúntale: “¿Qué estás podando hoy en mí?”
Padre, te alabo porque eres fiel en completar la obra que empezaste en mí. ¡Tú nunca me abandonas! Mientras permanezca en ti, tú me limpiarás para que dé más fruto para tu gloria.
Amen