El valor de la paciencia
“Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Fil. 1:6, NVI).
Para la materia de Histología y Embriología, teníamos un profesor que explicaba de forma excelente los contenidos y, además, nos motivaba muchísimo a la lectura de artículos científicos para mantenernos actualizados. Algo que solía hacernos reír era su explicación despreocupada del dolor que sentían sus hijos al crecer. No es que fuera un padre malo que se gozara con el sufrimiento de sus hijos. Simplemente, era un especialista dedicado al estudio exhaustivo del desarrollo de cada célula y tejido. Que sus hijos sintieran ese dolor que traía el crecimiento era solamente un indicador de que las cosas estaban saliendo de acuerdo con el plan y que esas células y tejidos estaban reproduciéndose para llevar a cabo todas las funciones para las que habían sido diseñadas de forma original.
Sí, el crecimiento de los huesos produce dolor en las articulaciones. Sí, el crecimiento de nuestra relación con Dios a veces produce malestar al ir puliéndose áreas de nuestra vida que nos generan incomodidad. Pero estamos en las manos de Dios y él sabe mejor que nadie qué procesos tenemos que pasar para cumplir el plan original para el que nos destinó. Será importante que nos mantengamos actualizados y que recurramos a él como referente de consultas. “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Efe. 2:10, NVI).
Durante la cuarentena obligatoria por la COVID-19, mi amiga pintora esbozó un cuadro de una cabeza llena con decenas de actividades para realizar y me envió una foto con las primeras pinceladas. Aunque entendí su idea, el cuadro estaba lejos de estar completo aún. Día a día iba agregando detalles hasta que, finalmente, el cuadro quedó listo y la imagen de esta cabeza que ahora estaba detrás de una ventana no por eso dejaba de estar llena de sueños y potencial.
Dios tiene propósitos aún mayores con la obra que realiza en nuestra vida.
“Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada” (Sant. 1:2-4, NVI).
Aún no ha terminado contigo, pero ten por seguro que lo hará.