Los secretos para construir bien un hogar – II
“Busquen su fuerza en el Señor, en su poder irresistible. Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado, para que puedan estar firmes contra los engaños del diablo” (Efe. 6:10, 11).
La creación de la familia estuvo sujeta a estándares bien definidos. Dios creó al hombre como mayordomo de la creación y a la mujer como ayuda idónea en el liderazgo del varón. A ambos les otorgó la paternidad como un don, con el que disfrutarían el gozo de ser cocreadores con Dios. Ese modelo de la familia establecido por Dios en la creación es el modelo a seguir.
Hay hijos que asumen el rol de padres y hay padres que viven a expensas de las decisiones que sus hijos tomen, sin tener derecho a intervenir. Los roles definidos, los derechos respetados, los privilegios disfrutados y los deberes asumidos son elementos que dan orden y estabilidad en todos los sentidos a la vida personal y familiar.
El padre no debe ser como un hijo más, actuando en complicidad cuando estos lo chantajean. La madre, por su parte, ejerce su liderazgo usando los recursos de su femineidad: la dulzura puede más que un grito, así como la mano firme pero amorosa da dirección pero sin herir. El hijo obedece aun en contra de su terquedad cuando sabe que sus padres quieren lo mejor para él.
El orden de Dios para la familia sigue vigente. La Biblia, bajo ninguna circunstancia, nos sugiere que nos ajustemos a los conceptos de la cultura imperante cuando estos son contrarios a los principios de las Sagradas Escrituras. No debemos conformarnos, sino transformarnos. “No hemos venido al mundo para adaptarnos a él, sino para modificarlo”, como bien dijo Robert Hutchins.
Querida amiga que eres madre, asume con valor tu lugar en tu familia y permite que los demás miembros de tu hogar también lo hagan desde su propio rol. El modelo de Dios es perfecto; tómalo como guía al conducir a tu familia hasta el hogar celestial.