El primer papel moneda en el Nuevo Mundo
“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan” (Mateo 6:19, RVR 95).
¿Has oído alguna vez la expresión “no vale el papel en que está impreso”? Quiere decir que lo que está impreso vale menos que el papel que se usó. Y este, a su vez, no vale mucho. Entonces, ¿por qué imprimir papel moneda si no vale nada? Buena pregunta. Evidentemente, la gente tiene fe de que, en algún banco en algún lugar, hay oro real respaldando el papel moneda que se está imprimiendo.
El primer papel moneda del Nuevo Mundo se imprimió en la colonia de Massachusetts el 3 de febrero de 1690. Había una guerra con Quebec, al norte, y la colonia necesitaba dinero para pagar a los soldados que estaban luchando. La colonia de Massachusetts creó su propio banco, imprimiendo solo dos billetes: uno de dos chelines y otro de cinco libras. Por supuesto, se trataba de dinero británico, ya que las colonias americanas aún formaban parte del Imperio Británico en aquella época.
Hemos recorrido un largo camino desde que ese primer papel moneda salió de las prensas de Massachusetts. Hasta finales del siglo XIX, no se imprimían muchos billetes porque los bancos utilizaban monedas de oro y plata para realizar transacciones. Pero ahora, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos en Washington D. C. imprime millones de dólares en papel moneda cada día, y la mayor parte ni siquiera tiene oro como respaldo. Sin duda, “no vale el papel en el que está impreso”. Las denominaciones más comunes en dólares son 1, 5, 10, 20, 50 y 100. Sin embargo, en el pasado ha habido billetes de 500, 1.000, 5.000, 10.000 y 100.000. La mayor denominación de un billete de papel fue de un millón de dólares, pero se imprimió solo como un truco.
¿Sabías que no eres realmente dueño del dinero que tienes ahora en tu billetera o en tu cuenta de ahorros, ni siquiera de las monedas que tienes bajo los almohadones del sofá? Por mucho que hayas trabajado para ganarlos, todos son un regalo de Dios, un regalo para que lo administres por él. Confiar en estos objetos temporales que pueden oxidarse, quemarse, ser robados o evaporarse en la bolsa de valores no es una sabia estrategia de gestión financiera. Indica que confías más en los tambaleantes mercados financieros del hombre que en la sólida economía del Cielo.
Dios ha prometido derramar innumerables bendiciones sobre ti por confiar en él como el verdadero Propietario, y sus promesas valen muchísimo más que el papel en el que están impresas.