La orden de bombardear Pearl Harbor
“Entonces hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo”(Apocalipsis 12:7, 8, RVR 95).
Hace unos años se hizo popular la película Pearl Harbor, y de nuevo todos escuchamos la historia del bombardeo japonés a la estación naval en Hawái durante la Segunda Guerra Mundial. Los aviones de combate Zero japoneses se abalanzaron sobre una base militar desprevenida en medio del Océano Pacífico, y casi 3.000 soldados y marineros perdieron la vida en el ataque. Cientos más se convirtieron en héroes al demostrar su valor y firmeza de carácter.
Fue un día terrible en la historia de los Estados Unidos, y algunos se preguntan cómo los japoneses tuvieron tanta suerte al golpear donde dolía tanto. Los ocho buques de combate de la Flota del Pacífico de los Estados Unidos que se encontraban fueron hundidos o gravemente dañados, y 350 aviones quedaron destrozados.
El ataque no fue un accidente. El 3 de noviembre de 1941, un mes antes del ataque, se dio la orden de bombardear Pearl Harbor. Dirigida a la flota japonesa y titulada “Orden secreta N.º 1”, decía: “Dentro de 34 días, Pearl Harbor será bombardeado, junto con Mayala, las Indias Orientales Holandesas y las Filipinas”. Las relaciones políticas entre Japón y los Estados Unidos llevaban casi un año en declive, y las cosas no mejoraban. A causa de los ataques de Japón en el Pacífico, Estados Unidos confiscó todo el dinero japonés que se encontraba en sus bancos y cerró el Canal de Panamá a la navegación japonesa. El presidente Roosevelt amenazó a Japón con participar en la guerra si atacaban un solo objetivo más en el sudeste asiático o en el Pacífico Sur.
Evidentemente, los japoneses estaban cansados de que otras naciones les dijeran lo que tenían que hacer, y desde Tokio llegó la orden de asestar el primer golpe a los Estados Unidos: bombardear Pearl Harbor. Japón había atacado a China y a las islas del Pacífico, y ahora le declaraba la guerra a Occidente.
Al igual que el ataque a Pearl Harbor, la guerra entre el bien y el mal no ocurrió por accidente: fue orquestada por Satanás, el dragón que había estado en el cielo. ¿Quién habría pensado que el que había sido el querubín protector de Dios podría idear semejante plan? Pero, alabado sea Dios, no había lugar en el cielo para el diablo y su ejército. Y sus días en la tierra también están contados. ¿No te alegras?