Jueves 03 de Noviembre de 2022 | Matutina para Adultos | Entrégalas a Dios

Entrégalas a Dios

“Señor y Dios de Israel, que habitas entre los querubines, solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. ¡Tú hiciste el cielo y la tierra! Inclina, Señor, tu oído, y escucha. Abre, Señor, tus ojos, y mira” (2 Reyes 19:15, 16, RVC).

Las palabras de nuestro texto de hoy son parte de la oración que el rey Ezequías elevó a Dios cuando todo parecía indicar que Judá sería invadido por las poderosas huestes de Senaquerib. Ya Samaria, al igual que otras ciudades, había caído ante el avance de los sanguinarios asirios. ¿Sería Judá la próxima víctima?

Sin duda alguna, esa era la intención (2 Rey. 19:10, 11). ¿Qué hizo Ezequías ante una crisis de tal magnitud? Dice el relato que el rey “tomó las cartas de mano de los embajadores, y después de leerlas subió al templo del Señor y, extendiéndolas delante del Señor, oró en su presencia” (vers. 14, 15). En otras palabras, ¡le entregó las cartas a Dios! Con este acto, Ezequías le estaba diciendo a Dios algo así como: “Señor, son tu honor y tu gloria los que se cuestionan en esta carta; por lo tanto, no soy yo quien debe responder, sino tú”. Acto seguido, oró: “Inclina, Señor, tu oído, y escucha. Abre, Señor, tus ojos, y mira. Oye las palabras de Senaquerib, que ha mandado blasfemarte a ti, el Dios viviente’ ” (vers. 16).

Dios no solo escuchó, sino que además respondió al clamor de Ezequías. Por medio del profeta Isaías, le anunció al rey Ezequías cómo terminaría la crisis:

“Por el mismo camino que [Senaquerib] vino volverá, y no entrará en esta ciudad, dice Jehová. Porque yo ampararé esta ciudad para salvarla” (vers. 33, 34). Esa misma noche el ángel de Jehová “mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil hombres” (vers. 35). Senaquerib moriría posteriormente, asesinado por sus propios hijos mientras adoraba en el templo de su dios.

¡Ese es tu Dios y mi Dios! El Dios que ve la angustia de sus hijos, y que responde a sus clamores en el momento oportuno. Por lo tanto, si ahora mismo estás enfrentando grandes desafíos, si las dificultades están amenazando con aplastarte, al igual que Ezequías busca a Dios en oración, entrégale tus cargas creyendo que él, no solo te escuchará, sino que además te responderá, por amor a Jesús, y para la gloria de su nombre.

En este momento, Padre celestial, en el nombre de Cristo, te entrego mis cargas. Según tu promesa, quítalas de mi vida, de acuerdo con tu voluntad, y para la gloria de tu nombre.

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