Viaje transatlántico
“Dios contestó: —Yo estaré contigo. Y esta es la señal para ti de que yo soy quien te envía: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, adorarán a Dios en este mismo monte” (Éxo. 3:12, NTV).
Hace poco aprendí que la arena migra y está en continuo movimiento. Aunque sin pies y sin alas, la arena hace un viaje transatlántico de más de nueve mil kilómetros cada año. Toneladas de granos de arena del Sahara son transportadas por el viento y el mar hasta llegar a la selva amazónica, a la cual nutren con fósforo y otros minerales. Aunque son incapaces de moverse por sí mismos, cada uno de estos granos de arena llega exactamente a donde Dios quiere que vaya, para cumplir su función.
Todas tenemos una idea o una imagen mental de lo que podemos y no podemos hacer. Cuando Dios nos llama, su misión siempre trasciende nuestros talentos y fuerzas. Como una abuela, Dios nos compra ropa grande porque sabe que todavía estamos creciendo. Cuando avanzamos por fe, creyendo en la fidelidad de quien nos llamó, nuestro coraje y talentos se desarrollan. “Pensamos que conocemos nuestras habilidades y capacidades, pero a Dios le encanta extendernos más allá de lo que creemos posible”, escribe Stacy Reaoch en su artículo “If He Calls You, He Will Equip You”. Tal vez, acabas de descubrir que estás embarazada nuevamente, cuando tu primer bebé aún no camina y tu presupuesto es diminuto. Tal vez, un amigo sugirió que hicieras una solicitud para un trabajo mejor y no te sientes capacitada. O tal vez, un familiar está enfermo y Dios te está llamando a cuidar de él. “Cualquiera sea el llamado, Dios quiere que recordemos lo mismo que le dijo a Moisés: él estará con nosotros, él nos equipará […] Si Dios nos ha llamado claramente a una tarea, hará que la llevemos a cabo. Nos dará la gracia y las herramientas necesarias para cumplirla. Tal vez, no perfectamente; de hecho, seguramente no, pero todo lo que pide es nuestro servicio y que le dejemos los resultados a él”.
Más que personas con talentos espectaculares y grandes habilidades, Dios necesita mujeres dispuestas; mujeres dispuestas a dejarse llevar por el viento del Espíritu Santo (Juan 3:8), más allá de sus sueños y limitaciones. No necesitas alas para volar, ni pies para emprender un viaje. Lo único que necesitas es obediencia y fe. Dios se encargará del resto.
Señor, te sigo por fe a donde tú me llames. La tarea que me des, haré. Aunque soy pequeña como un grano de arena, tú tienes el poder para transformarme en una perla. Con humildad y obediencia acepto tu voluntad.
Si. Soy un grano de haré, y acepto lo que me indiques, dame ojos para ver y oídos para escucharte, quiero ser obediente y necesito tu capacidad para hacerlo. Ame