La felicidad es como un cachorrito calentito
“Aleja de mí la falsedad y la mentira, y no me hagas rico ni pobre; dame solo el pan necesario, porque si me sobra, podría renegar de ti y decir que no te conozco; y si me falta, podría robar y ofender así tu divino nombre” (Prov. 30:8, 9).
La felicidad es como un cachorrito calentito. Así dijo Charlie Brown. Y dado que no hizo mención al dinero, tal vez sabía de lo que hablaba. El texto de hoy va en contra de muchas de las actitudes que vemos a nuestro alrededor. ¿Qué? ¿El dinero no compra la felicidad? Pero con él se pueden comprar boletos de avión, vehículos y televisores de alta resolución. Eso se acerca bastante a la felicidad ¿no es así?
Por ejemplo, los habitantes de Vietnam, cuyo ingreso per cápita (es decir, dividido equitativamente entre todos, hombres, mujeres y niños) es de aproximadamente 2.500 dólares al año, son tan felices como los de Francia, donde el ingreso promedio per cápita supera los 40.000 dólares.
En los Estados Unidos, el ingreso promedio ha aumentado significativamente desde 1970 (aunque el salario promedio en dólares realmente ha disminuido), pero las personas no son más felices ahora que cuando vivían en casas pequeñas y tenían televisores sin control remoto, con antenas de bigote. Y aunque el producto interior bruto de los Estados Unidos se ha triplicado desde 1980, ¡adivinaste!, la gente no es más feliz ahora que entonces. El número de personas que se sentían “muy felices” era mayor en 1974. Hoy, la cifra ronda apenas el 30 %.
En Japón, los ingresos se cuadruplicaron entre 1958 y 1986. Los japoneses de hoy poseen un poder adquisitivo mucho mayor que las dos generaciones anteriores, pero esta generación se siente menos feliz y más insatisfecha con su vida que ninguna otra.
Entonces, ¿cuál es el número mágico? Parece estar alrededor de 10.000 dólares per cápita. Cuando los países pobres se desarrollan y sus habitantes comienzan a disfrutar de mayores facilidades (como agua potable y directa, así como mejores sistemas de salud), el resultado es que su nivel de felicidad aumenta. Pero a medida que invierten tiempo y energía en sus propios asuntos, descuidando las relaciones interpersonales, el nivel de felicidad disminuye.