“Palabras revolucionarias”
“Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33, RVC).
“Las palabras más revolucionarias que jamás se han escuchado”. Así llama Oswald Chambers la porción del Sermón del Monte que señala nuestro texto de hoy.
Según Chambers, el impulso natural del ser humano es procurar primero la satisfacción de sus necesidades físicas –la comida, la bebida, el vestido–, y luego todo lo demás. Pero, en el Sermón del Monte, Jesús invierte ese orden. Básicamente, dice: “Asegúrense de que su relación con Dios es lo primero, y confíen en que nada les faltará” (My Utmost for the Highest, 21 de mayo). No parece tener sentido, ¿cierto?
Eso fue justamente lo que una joven madre, de nombre Patti, hizo en un momento crítico de su vida. Según nos cuenta Charles Colson, durante un servicio religioso, Patti se puso de pie y habló a la congregación. Debido a que a ella y a su esposo les había nacido un bebé, todos los presentes pensaron que ella aprovecharía la ocasión para dar gracias a Dios por la criatura. Nada de eso.
¿Qué les dijo Patti? Que justo esa semana, hacía cuatro años, ella se encontraba en un departamento, sola, cuando recibió la noticia de que estaba embarazada. Aunque se consideraba a sí misma cristiana, en realidad estaba “viviendo en dos mundos”. Por un lado, consumiendo drogas y durmiendo con un hombre que no era su esposo; por el otro, asistiendo a la iglesia y testificando.
Entonces le tocó a Patti decidir. ¿Confesaría su pecado? ¿Abortaría? Cuenta Patti que esa noche, mientras miraba las estrellas, pensó que si de verdad creía en Cristo, no debía abortar. Entonces, tomó su decisión: “Decidí poner mi confianza en el Dios de la Biblia”, dijo. Aunque su situación era muy precaria, por primera vez en su vida tuvo verdadera paz, porque supo que estaba haciendo la voluntad de Dios.
Patti confesó su pecado a Dios y a la iglesia. Con la ayuda de varios amigos, empezó una nueva vida. Cuando el bebé nació, lo entregó en adopción a una pareja cristiana que no tenía hijos. Luego el Señor la bendeciría con un esposo creyente y un nuevo bebé. “Por eso alabo el nombre del Señor esta tarde –dijo– porque al fin tengo lo que tanto anhelé: la paz de Dios” (Loving God, p. 167). Fue después de que Patti buscó primero el reino de Dios cuando todo lo demás vino por añadidura. Parece “revolucionario”, ¿verdad? Sí, pero es que “por fe andamos, no por vista” (2 Cor. 5:7).
Hoy quiero, Señor Jesús, darte el primer lugar en mi corazón; ayúdame a creer que nada me faltará mientras estés al frente de mi vida.