Jueves 09 de Febrero de 2023 | Matutina para Jóvenes | Fe de verdad

Fe de verdad

El que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Romanos 4:5.

Pablo no dice que Dios justifica a los buenos, los píos, los fieles. Dios justifica al impío, al pecador. El médico cura al enfermo, no al sano. Y Cristo es el Médico del pecador. Es el “eterno perdonador de injurias”, como lo llamó el nicaragüense Rubén Darío. De Cristo aprendió el mexicano Amado Nervo, cuando dijo: “Si una espina me hiere, me aparto de la espina pero no la aborrezco”. De Cristo bebió el maestro cubano José Martí, al exponer en versos sencillos la quintaesencia del perdón divino en su poema ‘Cultivo una rosa blanca’. Sí, Cristo vino “a buscar y salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10).

En una ocasión alguien preguntó a un predicador escocés por qué Jesús escogió a Judas. El sabio predicador contestó: “Yo no sé por qué escogió a Judas. Pero tampoco sé por qué me escogió a mí”. Pablo expande este colosal concepto, que se levanta como un monumento a la salvación, en su carta a Timoteo: “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Tim. 1:15). Cristo es el Dios milagroso. A él le gusta hacer milagros de redención. No hay pecador fuera del alcance de su gracia. No hay enfermo desahuciado por el Médico. Su obra es salvar a los pecadores. Él es especialista en la ciencia divina de salvar perdidos y resucitar muertos. Él vino a ejercer su carrera médica en la Tierra porque este planeta es el gran lazareto del universo. Por eso, si te sientes enfermo, no lo dudes, acude a Cristo.

La fe en la gracia salvadora de Cristo es el único método y la única fórmula de salvación. Solo mediante la fe en el médico, el paciente puede sanar. Si el paciente no cree en su médico, si no tiene confianza, no será sanado. Es imposible ejercer la medicina donde no hay fe.

La fe es bien sencilla y comparable al cuerpo humano. La fe es el ojo que contempla al precioso Salvador que murió en la cruz. La fe es la mano que se aferra al Salvador y a su salvación. Esa mano recibe con gozo la gran bendición del cielo: el pan y el agua de vida.

La fe es la boca que confiesa a Cristo y que se alimenta de Cristo. La fe es el oído que oye al Salvador diciendo: “Al que viene a mí, no lo echo fuera” (Juan 6:37). La fe son los pies que caminan presurosos hacia el Salvador. ¿Lo ves? La fe de verdad es bien sencilla.

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