Ley contra el escupitajo
“Les dijo: ‘Si ustedes escuchan atentamente la voz del Señor su Dios yhacen lo que es correcto ante sus ojos […], entonces no les enviaré ninguna de las enfermedades que envié a los egipcios; porqueyo soy el Señor, quien los sana’ ” (Éxodo 15:26, NTV).
En este día de la historia, el Departamento de Salud introdujo una nueva ley en la ciudad de Nueva York. ¿El año? 1896. ¿La ley? No escupir.
¿No escupir? Después de pensarlo un poco, parece una ley razonable. Nadie quiere pisar escupitajos en las calles ni en el piso de lo transportes públicos. Nadie quiere sentarse en un escupitajo en las escaleras de un edificio, ni olerlo en un caluroso día de verano. Pero, esa no era la razón de la ley. No. Y la ley no se redactó porque escupir se considerara incivilizado, incluso en una escupidera (que también es asqueroso). La ley se redactó y entró en vigor porque los funcionarios de la ciudad y de la sanidad intentaban evitar la propagación de enfermedades contagiosas como la tuberculosis, la gripe, el cólera, la disentería y la fiebre tifoidea. Se dieron cuenta de que la saliva contiene algunas de las peores bacterias que pueden estar en el cuerpo humano.
Una de las peores epidemias de la historia de la humanidad se produjo a principios del siglo XX. La influenza arrasó el mundo, y causó 20 millones de muertes, incluidas 500.000 en los Estados Unidos. Esta enfermedad mató a más personas en ese país que cualquier guerra, y las víctimas en todo el mundo morían a un ritmo más rápido de lo que podía matar incluso el hambre. Y ahora, el covid ha causado una epidemia que ha afectado a cientos de millones de personas y ha matado a millones. Estas horribles epidemias muestran lo desastrosas que pueden ser las enfermedades infecciosas.
En los Estados Unidos, las muertes por enfermedades infecciosas han disminuido considerablemente durante los últimos cien años, lo que, obviamente, ha bajado el número de muertes de bebés y de niños. En 1900, el 30 % de las muertes se producían en niños menores de cinco años. En 1997, ese porcentaje se redujo al 1,4. En 1900, la neumonía, la tuberculosis, la diarrea y la difteria causaban un tercio de todas las muertes. Hoy, solo el 4,5 % de las muertes son causadas por estas enfermedades.
Dios se entristece por todas las epidemias que destruyen a su amada familia humana. Algún día vendrá otra vez y pondrá fin a todo esto. Hasta que él aparezca en el cielo oriental, hay algunas cosas que podemos hacer para mantenernos sanos, como comer bien, hacer suficiente ejercicio… y no escupir en público.