Jueves 13 de Enero de 2022 | Matutina para Mujeres | Digno

Jueves 13 de Enero de 2022 | Matutina para Mujeres | Digno

Digno

«Ellos cantaban en un potente coro: «Digno es el Cordero que fue sacrificado, de recibir el poder y las riquezas y la sabiduría y la fuerza y el honor y la gloria y la bendición»» (Apoc. 5: 12, NTV).

Hace un tiempo escuché a un periodista decir que «cuando los políticos pisan la alfombra roja, ¡se apunan!», es decir, comienzan a sufrir el mal de altura. El poder hace que muchos de ellos pierdan contacto con la realidad y olviden sus promesas electorales. Sin embargo, no son solo los políticos los que tienen este problema; es una tendencia humana. En las célebres palabras del historiador inglés Lord Acton: «El poder tiende a corromper; y el poder absoluto, corrompe absolutamente». Los seres humanos tenemos una relación compleja con el poder, que fácilmente puede volverse tóxica. La altura nos apuna; el poder se nos sube a la cabeza.

La Biblia dice que el Cordero es digno de recibir el poder (ver Apoc. 5: 12). Esta bellísima alabanza tiene una importancia teológica que a veces ignoramos. Dios no se relaciona con el poder, la riqueza o la gloria como lo hacemos nosotros. ¡El sacrificio de Jesús lo demuestra! Dios no usa su poder para servirse a sí mismo, como un tirano caprichoso. El poder no lo corrompe ni se le sube a la cabeza. Como escribe el psiquiatra cristiano Timothy Jennings en The God-Shaped Brain [El cerebro moldeado por Dios]: «El prefiere permitir que sus criaturas lo maltraten y lo maten, en lugar de usar su poder para detenerlos. ¡Qué libertad, qué liberación tenemos en Dios! Verdaderamente, digno, digno, digno es el Cordero que fue inmolado. Él es digno de recibir todo el poder porque ha demostrado que no abusa de él».

El amor y el poder de Dios son infinitos y se manifiestan juntos. El Cordero es digno de romper los sellos y abrir el rollo porque con su sangre pagó el rescate (ver Apoc. 5: 9). Comentando acerca de las tentaciones en el desierto, en Una vida de amor, Paul Miller describe cómo Jesús se rehusó a separar el poder y el amor. «Cada una de las tentaciones en el desierto intenta lograr que Jesús use su poder para servirse a sí mismo, pero él se niega a usar poder divino para convertir una piedra en pan, a usar su divinidad para protegerse de las consecuencias de su humanidad».

Dios no abusa de su poder, sino que se sacrifica por amor. ¡Toda la gloria, la honra
y el poder le pertenecen!

Señor, tú eres digno de recibir mi adoración y mi amor. Toda bendición, honor, gloria y poder te pertenecen, por siempre y para siempre. Amén.

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