Respeto por los mayores
“Delante de las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano, y a tu Dios temerás; yo soy el Señor” (Levítico 19:32).
¿Cómo tratan a los ancianos en tu país? ¿Y en tu familia? Lamentablemente, en los tiempos actuales hay muchos países donde ser anciano es una desgracia. Es caer en el desprecio y el olvido hasta de la propia familia. Cuántos ancianitos hay en asilos que han sido dejados allí hace años y nunca reciben la visita de sus hijos, después de todo lo que hicieron por ellos. Parece un gesto ingrato, ¿no? Pero es lo común, y para muchos no es un asunto importante. No obstante, según el versículo de hoy, para Dios, ¿es un asunto importante o no?
En Daniel 7:9, Dios el Padre se muestra en visión sentado en su trono con millares de ángeles sirviéndole. Me llama la atención la descripción que se hace de él como “un anciano de días, y su cabello como lana pura”. En Apocalipsis 1:14, Juan describe a Jesús con cabellos blancos como la nieve. ¡Qué interesante! ¿Por qué te parece que Dios eligió para manifestarse en visión la apariencia de un anciano, o por qué Jesús se mostró con cabellos blancos?
Mira los siguientes versículos:
“La cabeza canosa es corona de gloria, y se encuentra en el camino de la justicia” (Prov. 16:31). “La gloria de los jóvenes es su fuerza, y la honra de los ancianos, sus canas” (Prov. 20:29).
Sí, amiguito. Los ancianos son importantes para Dios. No son personas de “desecho” por su edad; todo lo contrario: son de gran estima y hay que respetarlos. ¿Pero cómo? Tal vez estos consejos nos ayuden:
“Asimismo, los más jóvenes, estad sujetos a los mayores; y todos, revestíos de humildad en vuestro trato mutuo” (1 Ped. 5:5). “Escucha a tu padre, que te engendró, y no desprecies a tu madre cuando envejezca” (Prov. 23:22). “No reprendas con dureza al anciano” (1 Tim. 5:1).
¿Repasamos? Los respetamos cuando no los despreciamos ni los tratamos con dureza, cuando los obedecemos, cuando somos considerados con ellos, reconocemos la debilidad de su edad y apreciamos la experiencia que tienen. No importa si son testarudos o repiten sus anécdotas cien veces. Brindémosles atención y cariño.
Nuestro deber como hijos de Dios es buscar que sus últimos años sean los más felices. Respetando a los mayores, estamos respetando a Dios mismo. ¡Nunca lo olvides!
Gabriela