El valor supremo
“Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (Filipenses 3:7).
El valor supremo le da sentido y propósito a la vida; orienta nuestras decisiones e impulsa nuestras acciones. En pocas palabras, es lo que más amamos, sea que valga la pena o no.
¿Cuál dirías que es tu valor supremo? Sea que le puedas poner nombre o no, tienes uno. Todos lo tenemos. ¿Y cuán valioso es? ¿Vale la pena invertir tiempo y esfuerzo en conseguir eso que tanto amas? La historia de dos personajes bíblicos nos ayudará a entender el punto.
¿Cuál era, por ejemplo, el valor supremo de Acab, el rey de Israel? Para saberlo, basta preguntar: ¿Qué cosa en este mundo lo convertía en el ser más infeliz, mientras no la tenía; pero lo haría el más feliz al poseerla? La viña de Nabot. Aunque era dueño de muchas riquezas, Acab “se enamoró” del viñedo de Nabot. En su afán por poseerlo, ofreció comprarlo, pero Nabot rehusó venderlo alegando que esa era la herencia de sus padres. “Triste y malhumorado” (1 Rey. 21:4, DHH), Acab regresó a su casa, y hasta perdió el apetito. Cuando contó a Jezabel lo ocurrido, la impía reina sobornó a falsos testigos y logró que se le diera muerte a Nabot, acusado de blasfemia. Poco después, Acab tomó posesión de la codiciada viña. Y con su nuevo “juguete” en mano, ¡adiós tristeza! Solo que su alegría no le duró mucho porque “en el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot” también lamieron su sangre (vers. 19; cf. 1 Rey. 22:29-38).
¡Cuán diferente fue la experiencia de Saulo de Tarso! Por un tiempo su valor supremo estuvo relacionado con su linaje: miembro “del pueblo de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de pura cepa” (Fil. 3:5, NVI). Pero cuando conoció el amor de Cristo, lo que antes valoraba llegó a ser como basura, “por el sublime valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor”.
¡Qué interesante el final de estos dos hombres! Acab valoraba los bienes materiales “hasta la muerte”. Y casi que se podría decir lo mismo de la manera en que Saulo amaba sus raíces hebreas, hasta que un buen día, camino a Damasco, tropezó con el Cristo Resucitado, a quien perseguía, ¡y entonces todo cambió! Saulo llegó a ser el apóstol Pablo.
¿Cuál de los dos recibirá la corona de la vida? El apóstol Pablo; pero no solo él, también la recibiremos tú y yo si consideramos todo valor terrenal como pérdida por amor a Cristo.
Santo Espíritu, desaloja de mi vida cualquier afecto que compita con “el sublime valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor”.
!Qué hermoso paralelismo y qué preciosa explicación! Esta es una lección que me ayuda en mi crecimiento espirital. Mchas gracias.-
Aasies mi señor. Es. Cristo y ael qmo