Matar a la gallina – parte 3
“Pondré mi ley en su corazón y la escribiré en su mente” (Jer. 31:33).
El peligro, explicó el senador Johnson, radica en “las alianzas religiosas extensas”, es decir, en la unión de grandes grupos mediante líneas denominacionales, para intentar imponer sus puntos de vista religiosos a través del poder político. “Todo despotismo religioso –dijo–, comienza por alianzas e influencias, y cuando esas influencias operan sobre las instituciones políticas de un país, el poder civil pronto se doblega ante ellas. La catástrofe que ha ocurrido en otras naciones nos proporciona una terrible advertencia de las consecuencias de permitir algo como eso”.
Fueron palabras muy fuertes, pero tan vigentes hoy como entonces. ¿Cuál es el peligro que acecha? Que personas conservadoras de varias denominaciones se unan para tratar de forzar a vivir según las creencias que tienen en común.
Johnson dio una advertencia y una sugerencia: “Cuando la legislatura nacional realice por primera vez un acto que refleje parcialidad ante una controversia religiosa, habrá sobrepasado sus límites legítimos. Esto establecerá un precedente y con él los cimientos para usurpar las prerrogativas divinas en este país, lo que precisamente ha sido el azote desolador de algunos de los lugares más hermosos del Viejo Mundo. Nuestra Constitución no reconoce otro poder que el de la persuasión para que los ciudadanos se acojan a las observancias religiosas”.
Si los cristianos quieren “promover su religión –continuó diciendo Johnson–, deberían hacerlo ayudando a los que los rodean. Porque su influencia moral será infinitamente más poderosa para promover los verdaderos intereses de la religión, que cualquier medida que pueda ser promulgada por el Congreso a petición suya.
“Para concluir –dijo–, es imprescindible que la línea que separa la iglesia del estado se mantenga claramente dibujada. […] Fue con un beso que Judas traicionó a su divino Maestro. Todos debemos tener muy claro, independientemente de cuál sea nuestra fe, que nada puede atacar con mayor éxito los derechos de la conciencia que el hacerlo bajo el pretexto de la santidad. […] Cualquier secta religiosa, por mansa que sea, comenzará un trabajo de persecución tan pronto como adquiera poder político”.
Muchos cristianos aún creen y defienden que el poder político debería compensar su incapacidad para transformar los corazones de la gente. Y algunos de los que gritan más fuerte “¡Jesús!” son los primeros en traicionar lo que Jesús representa.
Continuará…