Murallas protectoras
“El necio muestra enseguida su enojo, pero el prudente pasa por alto el insulto” (Proverbios 12:16, NVI).
Durante miles de años las ciudades estaban rodeadas por murallas para mantener a sus habitantes salvaguardados de los invasores que solían estar al acecho para robar sus bienes. Las murallas eran el detalle arquitectónico más importante de una ciudad bien construida. El rey Salomón habló de murallas cuando mencionó la importancia de tener la vida protegida de malas consecuencias, por medio del ejercicio del autocontrol. Imagina cuán desastroso sería quedar expuestos, que nuestro corazón quedara sin protección, y así, actuar impulsivamente, con furia o con resentimiento. Solo quiero que pienses en lo calamitoso que sería si cada uno hiciera lo que le diera la gana, guiado por sus emociones descontroladas.
El autocontrol o dominio propio es uno de los frutos del Espíritu Santo. Es un regalo que debemos introducir en nuestra vida. Tiene que ver con entrenar nuestra mente para hacer aquellas cosas que agradan a Dios y que son buenas para nosotros y para los demás, y refrenarnos de hacer aquellas que nos puedan hacer daño a nosotros o a los demás. Mucho del control o la falta de control se nota en el uso de nuestra lengua. La Biblia, escrita hace tanto tiempo, ya aconsejaba sobre este problema. Dice: “El necio muestra enseguida su enojo, pero el prudente pasa por alto el insulto” (Prov. 12:16).
Podría contarles varias historias de niños faltos de autocontrol. Sin duda en la escuela verás niños así, pequeños y más grandes. No han aprendido el arte de convivir en armonía. Provocan irritabilidad, contaminación acústica, alteración de la atención, y muchas incomodidades más. Son niños que no han asimilado los límites. Cuando corresponde hacer silencio y atender, interrumpen con un chiste fuera de lugar. Cuando en un equipo de educación física se establecen normas, las omiten y quieren imponer las propias. Cuando un compañero no es de su agrado, piensa diferente o saca mejor nota que él, los invaden los celos y comienzan a decir palabras groseras y mentiras.
Sí, hay niños así; quizá tú a veces te comportes así, pero no hay nada de tu carácter que no pueda ser transformado por Jesús, si lo pides en oración. Esta semana procura llenar tu mente con cosas buenas y sin duda te asemejarás a aquellas cosas que contemplas. Recuerda: ¡autocontrol!
Mirta