“Si ustedes me buscan, vivirán”
«Pero también así ha dicho el Señor al pueblo de Israel: ‘SI ustedes me buscan. vivirán’” (Amos 5:4. RVC).
En Cuentos jasidicos, Martin Buber cuenta que el rabí Aizik, hijo del rabí lekel, tuvo un sueño en el que le pedían que fuera a Praga a buscar un tesoro que se hallaba debajo del puente que llevaba al palacio del rey. Tras haber tenido el mismo sueño tres veces, Aizik decidió ir a Praga. Llegó al lugar que se le había mostrado, pero como estaba muy vigilado no se atrevió a cavar. Y lo mismo le sucedió todos los días siguientes: cada día iba al puente, y daba vueltas y vueltas hasta que anochecía.
En cierta ocasión, el capitán a cargo de la seguridad del lugar le preguntó si buscaba algo, y Aizik le comentó que en sueños se le había indicado que allí había un tesoro. El capitán se rio de que Aizik tuviera tanta fe en los sueños, y luego agregó: “Yo soñé una vez que debía ir a Cracovia y cavar en busca de un tesoro debajo de la estufa del cuarto de un judío. ¡Aizik, hijo de lekel! Así se llamaba. ¡Aizik, hijo de lekel!»
Entonces Aizik, hijo de lekel, regresó a su casa, “cavó debajo de la estufa y encontró el tesoro, con el que construyó una Casa de Oración». El relato concluye con la siguiente declaración: “Hay algo que no puedes encontrar en ninguna parte del mundo… Y hay, sin embargo, un lugar en el que puedes hallarlo».12
El profeta Amos nos asegura: “Así ha dicho el Señor al pueblo de Israel: ‘Si ustedes me buscan, vivirán’» (Amos 5:4, RVC). Tal vez las suelas de nuestros zapatos y de nuestras almas se han desgastado buscando al Señor. Cada año, miles de personas hacen peregrinaciones a lugares lejanos. Se van a Roma, a Israel, a la India, a la Meca o a alguna iglesia famosa de su país. Pero el Creador del universo no tiene que ser hallado en un lugar concreto; para encontrar a Dios no hay que ir lejos, porque él está a nuestro lado, donde quiera que estemos. El salmista lo cantó con estas palabras:
“¿A dónde me iré de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiera a los cielos, allí estás tú; y si en el seol hiciera mi estrado, allí tú estás» (Sal. 139:7, 8).
12 Martin Buber, Cuentos jasidicos: Los maestros continuadores, I (Barcelona: Ediciones Paidós. 1983). pp. 98, 99.
Feliz y bendecido día gracias por enviarme las lecturas muy buenas para saber más de Dios bendiciones 🙏
Gracias por las matutinas ,por sus relatos que nos inspira a seguir adelante en este camino a la Nueva Jerusalén celestial
Amén, gracias Padre por buscarme como lo haces , sin causarte