El carpintero mediocre
“¿Has visto a alguien diligente en su trabajo? Se codeará con reyes, y nunca será un don nadie” (Prov. 22:29, NVI).
Cierta vez leí la historia de un anciano carpintero que estaba a punto de jubilarse. Había servido por muchos años en una empresa y el jefe lamentaba que este hombre dejase su puesto de trabajo, pues había sido un fiel trabajador, pero entendió la situación y le asignó un último proyecto como un favor personal.
El carpintero accedió. Aunque se notaba que no estaba muy entusiasmado, inició el proyecto y lo llevó a cabo. Hizo una tarea de segunda categoría y usando materiales inadecuados, pero cumpliendo al fin. Al terminar, el jefe hizo la inspección de la casa y le entregó al carpintero las llaves de la casa. “Toma, la casa es tuya. Es mi regalo en consideración por todos estos años de dedicación”, le dijo.
¡Qué sorprendido y arrepentido estaba el carpintero!
¿Alguna vez has hecho algún trabajo de forma mediocre y has lamentado las consecuencias?
No siempre nos enfrentamos a los resultados de la misma forma que este carpintero. No siempre la forma mediocre de hacer las cosas se refleja en nuestro trabajo. A veces la forma en que vivimos nuestra vida en otros aspectos es la que no refleja excelencia.
Hay muchas maneras en que podemos engañar a otros y a nosotros mismos.
En Argentina, hay una expresión que puede leerse de varias formas: “Lo atamos con alambre”. Hace referencia a la capacidad de adaptación ante las dificultades, pero en cierta forma también hace referencia a la mediocridad.
José y Daniel son ejemplos bíblicos de excelencia. Conocemos la prosperidad a la que llegó José gracias a su trayectoria. De Daniel quizá no se nos dice tanto en ese sentido, pero el grado de confianza que obtuvo ante todos los reyes y gobernantes nos muestra que su excelencia le valió al menos la oportunidad de seguir testificando y cumplir con una tarea de gran responsabilidad.
Seguramente conoces gente dedicada, que siempre busca dar lo mejor de sí. Hoy te invito a que veas qué características tienen en común todos ellos y le pidas a Dios que te ayude a ser una versión más excelente de ti mismo, no necesariamente para obtener fama y honra, sino para ser un mejor imitador de su carácter.