La fidelidad, un don en peligro de extinción
“El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto” (Luc. 16:10, RVR 95).
La fidelidad, qué virtud tan importante. Consiste en ser constante en los valores que una tiene, así como en mantener una actitud firme ante los compromisos adquiridos. Por supuesto, la fidelidad también tiene que ver con lealtad a la exclusividad de los afectos que profesamos a los que nos aman y amamos. Hoy por hoy, este don parece estar en peligro de extinción. Lo más común es que las personas falten a la palabra que han dado en un compromiso (laboral, personal, eclesiástico); que traicionen sin remordimientos los afectos de quienes las aman; y que echen por la borda los valores que les han sido impartidos cuando las circunstancias se les vuelven contrarias o cuando divisan la posibilidad de una ganancia personal. En el mundo de hoy, la fidelidad brilla por su ausencia.
Desde las Sagradas Escrituras, Dios nos hace un llamado a la fidelidad, no importa si está de moda o no en la cultura. La palabra “fidelidad”, en sí misma, encierra un gran mensaje para nosotras en este día. Deriva del latín fidelitas, que significa “servir a un solo dios”. El Señor desea que nos comprometamos y seamos fieles en tres aspectos vitales de la experiencia cristiana:
- Fidelidad a Dios y a su Palabra, reconociendo que esta tiene vigencia en todo lugar y bajo cualquier circunstancia. La firmeza en nuestras convicciones tendrá un poder extraordinario en favor de los que nos observan.
- Fidelidad a ti misma, que de ninguna manera significa arrogancia o autosuficiencia. Es sencillamente tener firmeza cuando tus valores son puestos a prueba. Implica ir contra la corriente y ponerte de parte de Dios sin importar las consecuencias, pues sabes que estás haciendo lo correcto y él siempre proveerá.
- Fidelidad a los demás, amando sin amor fingido, aceptando las diferencias individuales, cultivando los afectos con respeto y considerando al otro como un hijo de Dios comprado por su sangre.
Seamos fieles. Sirvamos a un solo Dios, al único y verdadero Dios. Perseveremos sin resignación, cuando sea necesario alzar la voz para cambiar el estado de las cosas que son contrarias a su voluntad. Mantengámonos en la lucha, imbuidas por un espíritu de compromiso. ¡Cristo está a las puertas!