Invocar su nombre
«Pero todos los que invoquen el nombre del Señor, alcanzarán la salvación». Hechos 2: 21
Aprovechó que todos se habían ido a la casa de al lado para ver la telenovela de la tarde. Tomó un cuchillo de la cocina y se dirigió al dormitorio. Allí estaba la foto de su padre, que le habían tomado en el féretro. Entonces le habló:
—No quiero ser malo, no quiero matar, no soy capaz, no quiero ser como tú, ayúdame.
Matar era su destino, se lo había impuesto la vida. Por ser el hijo varón de mayor edad tenía que asumir la venganza por el asesinato de su papá. Así funcionaban las cosas en el clan familiar. Le tocaba la difícil tarea de acabar con la familia completa del hombre que le había disparado cinco veces a su padre. Por eso se marchó a la calle, se unió a una pandilla juvenil para aprender a manejar armas, adquirir valor y ejecutar la venganza. En la calle aprendió a robar, a asaltar y a abrir cualquier puerta. Allí se hizo fuerte, despiadado y resuelto. Le perdió el valor a la vida y también el temor al peligro. Ahora está en aquella habitación, experimentando desgracia, soledad y orfandad; y llorando desconsoladamente. Se sentía incapaz de tomar venganza. Pensaba que era mejor morirse. Por eso tenía el cuchillo en las manos. Se arrodilló, apretó el cuchillo y lo apoyó en el piso para dejarse caer sobre él. Eso lo había aprendido en la calle: directo al corazón para que sea una muerte rápida. Pero cuando sus glúteos tocaron sus piernas sintió algo en el bolsillo.
Hizo el cuchillo a un lado, y encontró una revista doblada varias veces para que pudiera caber allí. Entonces recordó el momento en que había recibido aquella revista de manos de una anciana mientras se disponía a asaltar un camión que distribuía desayunos escolares. Así que se sentó en el suelo y comenzó a leer. En la portada el titular decía: «Cómo gozar de paz interior». Eso era lo que necesitaba. El artículo finalizaba diciendo: «Si quieres gozar de paz, invita a Jesús a entrar en tu corazón». Entonces oró: «Señor Jesús, no sé quién eres, pero si eres real, entonces entra en mi corazón». Jesús entró y cambió su vida.
Hoy, no importa tu situación, Jesús puede hacer lo mismo en ti. No importa si eres un delincuente o simplemente tu fe se ha enfriado, hay poder en invocar el nombre de @Jesús. Invítalo a entrar. Lo sé porque el joven de la historia de hoy era yo.