El ojo de la noche
«Nada de lo que Dios ha creado puede esconderse de él; todo está claramente expuesto ante aquel a quien tenemos que rendir cuentas». Hebreos 4: 13
Un sábado, al finalizar un congreso de laicos, varios hermanos se acercaron para hacerme una invitación. Me pidieron que los acompañara a una vigilia que se llevaría a cabo en una de las iglesias de la ciudad. Eran las dos de la mañana cuando me tocó el turno para hablar. Estaba hablando sobre la persecución. Repentinamente, se escuchó un fuerte ruido y la puerta de la iglesia se abrió de manera estruendosa. Un grupo de personas armadas, con uniformes militares y los rostros cubiertos con pasamontañas, entraron al templo. Tomaron posiciones y amenazaron con sus armas para que la gente guardara silencio. Dijeron que eran un grupo armado que venía a juzgar a la iglesia, porque era irrelevante en la comunidad.
Después de leer un largo documento, inició el juicio. Tomaron a una joven y la llevaron a la plataforma, donde estaba el líder del grupo. Le preguntaron si ella era adventista. Contestó que era bautizada, pero no por iniciativa propia, sino por obligación de su madre. Expresó que ella no quería asistir, pero que su mamá la obligaba. La persona que estaba dirigiendo el juicio juzgó que una persona así no debía vivir y ordenó que la ejecutaran delante de todos nosotros. Uno de los uniformados le disparó en la cabeza, y el cuerpo quedó tendido en la plataforma.
De esa forma, uno a uno los miembros de la iglesia eran llevados al frente, y allí tenían que dar cuenta de sus acciones y de su vida. Yo estaba horrorizado. Cuando estaba a punto de amanecer, el líder del grupo dio por cerrada la sesión. Se quitaron las máscaras y nos dimos cuenta de que eran jóvenes que alguna vez pertenecieron a la iglesia. Aunque pasamos un momento difícil, todo había sido un montaje que los dirigentes de la iglesia habían preparado. Fue un alivió saberlo pero, a la vez, aquella experiencia me hizo pensar en la forma en que vivo mi cristianismo y qué tan relevante es mi religión para mi comunidad.
Hoy, tú y yo no necesitamos comparecer ante un juicio para dar un buen ejemplo ni para mostrar con nuestro testimonio que el Dios al que servimos es un Dios de amor. Hoy, el mensaje de @Dios para ti es: «El cristianismo se manifiesta en lo que haces. ¿Te gustaría dar un buen testimonio hoy con tu vida?».