El rodeo
“Cuando por fin el faraón dejó salir a los israelitas, Dios no los guió por el camino principal que atraviesa el territorio filisteo, aunque esa era la ruta más corta a la Tierra Prometida. Dios dijo: ‘Si los israelitas llegaran a enfrentar una batalla, podrían cambiar de parecer y regresar a Egipto’. Por eso Dios los hizo dar un rodeo por el camino del desierto, hacia el Mar Rojo” (Éxo. 13:17, 18, NTV).
La ruta más común de Egipto a Canaán en el tiempo del Éxodo era Via Maris (la ruta del mar). Esta ruta, que bordeaba la costa del Mar Mediterráneo, era la más corta y la preferida por las caravanas de mercaderes; transitándola, se podía conseguir agua y comida fácilmente. Sin embargo, en lugar de escoger la ruta del mar, con una bella vista y con la que demorarían solo ocho o diez días en llegar, Dios guió a su pueblo a través del desierto, dando un gran rodeo. Esta aparente ineficiencia tenía una razón de ser: Dios estaba protegiendo a su pueblo. El rodeo evitaba un enfrentamiento con las guarniciones de soldados egipcios estacionados a lo largo del camino y con los filisteos, ya que la ruta atravesaba su país. ¡Dios sabía que los israelitas no estaban listos para la guerra!
A veces, Dios nos conduce en zigzag deliberadamente y por amor. Él sabe que hay obstáculos en el camino más directo que aún no podemos comprender o enfrentar. En Promesas para los últimos días, Elena de White describe este principio con las siguientes palabras: “Dios no conduce nunca a sus hijos de otra manera que la que ellos elegirían si pudiesen ver el fin desde el principio, y discernir la gloria del propósito que están cumpliendo como colaboradores suyos” (p. 129). Por supuesto, para entender la gloria de los planes de Dios hace falta tiempo; necesitamos que se decante el polvo para poder ver con claridad. ¡Esto puede llevar años! Hay planes y propósitos que solo comprenderemos en el cielo. Mientras tanto, nos toca confiar en el Guía.
Puede ser que tu desierto tenga desilusión y soledad, pero aun allí Dios te reconforta con su presencia; con la columna de nube de día y la columna de fuego de noche. Él es sombra refrescante cuando el sol raya, y calor en la noche fría. Aunque no siempre entenderemos él porqué del rodeo, Dios promete que nunca estaremos solas.
Señor, me atraen los atajos y las soluciones mágicas porque soy impaciente. Ayúdame a creer que tu ruta siempre es la mejor, aunque no sea la más cómoda. Sostenme con tu presencia cuando no entienda el camino. Creo que tú me amas y siempre escoges lo mejor para mí.