El cólera ya no mata
“Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza, a Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor” (1 Timoteo 1:1).
Esta epístola fue escrita a Timoteo mientras era pastor de la iglesia de Éfeso. Pablo lo orienta a conducirse de manera auténtica ante Dios y el rebaño que le ha concedido. El experimentado apóstol dice al joven pastor que tiene la solemne comisión de defender y predicar la Palabra.
En el capítulo 1, Pablo le pide llamar la atención a ciertas personas que estaban enseñando una doctrina diferente de la verdadera, siguiendo fábulas, mitos e invenciones, pues estas apenas entretienen a las personas y pervierten la verdad solemne de la Palabra de Dios. La Ley Moral es totalmente válida y no debe ser separada del evangelio, pues se complementan en el plan de Dios.
Por eso, el apóstol recuerda a Timoteo algunos deberes pastorales:
1-Aceptar la revelación de Dios a través de los profetas.
2-Liderar de acuerdo con los principios establecidos en la Palabra de Dios.
3-Disciplinar con el propósito de restaurar a los que persisten en sus propias ideas personales, alejados de la sana doctrina.
En 1893, una epidemia de cólera se extendió por la ciudad de San Petesburgo, Rusia. Allí vivía el famoso músico Piotr Tchaikowski, quien, haciendo caso omiso de las indicaciones de salud, seguía su propia opinión y bebía agua sin hervir. Esta conducta lo llevó, pocos meses más tarde, a la misma muerte, víctima del cólera. Los gérmenes de la enfermedad invadieron su organismo, y murió a los 53 años.
El cólera ya no mata; pero el pecado, sí. No es seguro guiarse por nuestro parecer u opiniones personales; estas nos conducen a la muerte. Nuestra conducta debe guiarse no por nuestras opiniones o argumentos, sino por las enseñanzas de la Palabra de Dios, que vive y permanece para siempre. Es lo único seguro.
“Ningún otro libro es tan potente para elevar los pensamientos, para dar vigor a las facultades, como las grandes y ennoblecedoras verdades de la Biblia. Si se estudiara la Palabra de Dios como se debe, los hombres tendrían una grandeza de espíritu, una nobleza de carácter y una firmeza de propósito que raramente pueden verse en estos tiempos” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 90).