¿Debo tener por justa la balanza falsa?
“¿Debo tener por justas la balanza falsa y la bolsa de pesas alteradas?” (Miq. 6:11, NVI).
En este caso Dios entabla un juicio contra Israel. Las montañas, las colinas y los cimientos de la tierra son los testigos.
Dios le recuerda al pueblo cómo lo sacó de Egipto, todo lo que hizo en cada paso del camino, en las conquistas y en cada avance hacia la Tierra Prometida.
Le recuerda que no se complace en la multitud de sacrificios y exclama: “¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miq. 6:8, NVI).
Sin embargo, el pueblo estaba haciendo todo lo contrario. Adulteraba las medidas, obtenía tesoros de forma dudosa y tenía balanzas falsas. En las ciudades reinaba la violencia, la mentira y el engaño. ¡Cuánto se habían apartado del ideal de Dios!
Las consecuencias eran funestas y se acercaban con rapidez. Lo mismo nos espera a nosotros, si creemos que nuestra justicia se halla en los sacrificios, si olvidamos lo que Dios realmente espera de nosotros y si creemos que, con nuestra viveza, podemos engañar al soberano del universo.
Hay muchas formas en que podemos engañar a los demás con relación al dinero. Puede ser la forma en que cobramos, los negocios que hacemos, cómo adquirimos lo que compramos, cuán fielmente seguimos las leyes divinas y gubernamentales de administración, etc.
Lo cierto es que, al vivir en un mundo donde ya la sociedad no se rige de forma teocrática, muchos de nuestros razonamientos o formas pueden verse como anticuados y hasta necios. Pero los principios divinos siguen estando por encima de todas las cosas, por lo menos para nosotros como cristianos.
No creamos que, simplemente por pertenecer a una iglesia, nos libramos del juicio divino. ¡Todo lo contrario! Cada uno como miembro desempeña un papel importante a la hora de mantener transparentes y honestas las cosas, y gran parte de nuestro testimonio al mundo se dará justamente por nuestra obediencia a Dios en este sentido. Comencemos por practicar hoy la justicia, la mis