Huidas
“Entonces Jonás se levantó y se fue en dirección contraria para huir del Señor” (Jon. 1:3, NTV).
El autor y teólogo estadounidense Tim Keller cree que Jonás se escapó de Dios dos veces: primero, al desobedecer; después, al obedecer. Cuando Dios le dijo a Jonás que fuera a predicar a Nínive, él tomó un barco en la dirección opuesta y huyó. Luego, arrepentido, volvió y predicó el mensaje que Dios le había dado. Sin embargo, cuando el Señor perdonó a la gente de Nínive, Jonás se enojó muchísimo. Aunque estaba “cumpliendo” con la voluntad de Dios, Jonás seguía lejos de él. Podemos huir de Dios al desobedecerlo, viviendo una vida inmoral y egoísta (como el hijo menor de la parábola del hijo pródigo); pero también podemos huir de Dios por medio de la obediencia y el legalismo (como el hijo mayor de la parábola). En su artículo “Jonás y las dos maneras de huir de Dios”,
Keller escribe: “Ninguno de los dos hijos confiaba en el amor de su padre. Ambos trataban de encontrar maneras de escapar de su control. Uno lo hizo al obedecer todas las reglas del padre; el otro, al desobedecerlas todas”.
El legalismo y la rebeldía surgen de la misma fuente. Ambas son una respuesta a la misma mentira: que Dios no procura nuestro bien, que es tacaño y que tenemos que arrancar bendiciones de sus puños cerrados. Si creemos esto, nos rebelaremos, daremos un portazo y nos llevaremos lo único “bueno” que tiene el padre: su dinero. O, dependiendo de nuestra personalidad, nos quedaremos en casa, ganando “millas de viajero frecuente” para obligarle a que nos dé lo único “bueno” que posee: su dinero. Al fin y al cabo, nuestra relación con Dios se define a través de la imagen que tenemos de él. ¿En qué clase de Dios crees realmente? ¿Te ama Dios verdaderamente y desea lo mejor para ti? Mientras dudemos del amor de Dios, encontraremos mil maneras de huir de él. ¡Pero Dios no se da por vencido! Él envió a su Hijo para aclarar sus intenciones, demostrándonos que tiene algo para darnos que es mucho mejor que bendiciones o una herencia: se dio a sí mismo.
Señor, muéstrame la manera y las áreas de mi vida en las que estoy huyendo de ti. ¡Ilumina mi corazón con tu Espíritu! Dame el don del arrepentimiento genuino y revélame tu amor más profundamente, para que aprenda a confiar en ti de todo corazón.
