El otro milagro
”Cuando terminó de hablar, [Jesús] dijo a Simón: ‘Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar’. Respondiendo Simón, le dijo: ‘Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en tu palabra echaré la red’ ” (Lucas 5:4, 5).
Una de las cosas sorprendentes del relato que nos presenta nuestro texto de hoy es que el Señor Jesús le pide a Simón Pedro que eche la red en aguas más profundas. ¿Un predicador diciéndole a un veterano pescador cómo pescar? Simón Pedro sabe por experiencia que el mejor momento para pescar no es el día, sino la noche, cuando los peces no pueden percibir la red. No obstante…
Ya habían intentado pescar durante toda la noche anterior, sin éxito alguno, aun así, Simón obedece la orden del Señor. “En tu palabra echaré la red”, dijo.
¿Qué sucedió entonces? Dice la Escritura que “fue tal la cantidad de peces que atraparon, que la red se rompía” (vers. 6). ¡Y además la pequeña embarcación se hundía! Tanto así que tuvieron que pedir ayuda a los pescadores que estaban en otra barca, y poco faltó para que esta otra también se hundiera.
Sin lugar a dudas, un gran milagro. Tan grande que, si uno no abre bien los ojos, pierde de vista el otro milagro. Cuenta el relato bíblico que, después de la pesca milagrosa, Simón cayó de rodillas y reconoció que estaba en la presencia del mismo Dios.
–Apártate de mí, Señor –dijo–, porque soy hombre pecador.
–No temas –le dijo Jesús–; desde ahora serás pescador de hombres. Ese día, no solo Simón, sino también todos sus compañeros de pesca “dejándolo todo, lo siguieron” (vers. 11).
¡Ese fue el otro milagro! Lo dejaron todo justo cuando su pequeña empresa de pesca atravesaba su mejor momento: “En el momento del éxito, cuando las redes estaban llenas de peces y eran más fuertes los impulsos de la vida antigua, Jesús pidió a los discípulos, a orillas del mar, que lo dejasen todo para dedicarse a la obra del evangelio” (El Deseado de todas las gentes, p. 239).
¡Qué interesante! Jesús llama a algunos en su riqueza; y a otros, en su pobreza, pero el desafío para todos es el mismo: ¿Quién ocupará el primer lugar en nuestro corazón: los bienes temporales o la comunión con Cristo?
El otro milagro puede ocurrir contigo, conmigo, si “en su palabra”, echamos hoy la red.
Querido Jesús, enséñame a hacer siempre tu voluntad, aun cuando lo que me ordenes parezca no tener sentido. Y fortalece mi fe para darte el primer lugar en mi vida, tanto en mis mejores como en mis peores momentos.
Maravilloso- No solamente el Señor Jesús hace cosas asombrosas en nuestras vidas sino que también nos enseña a confiar en su mravilloso poder, en su palabra.