No basta con ser adventista…
“Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Timoteo 4:5).
Distintos evangelistas fueron marcando en mi vida el amor por la salvación de las personas. Destaco, entre tantos, a los pastores Arturo Schmidt y Daniel Belvedere, que me inyectaron esa pasión; al pastor Carlos Rando, que me llevó al bautismo; y al pastor Alejandro Bullón. Estos y tantos otros hombres de Dios, sumados al poderoso testimonio de Pablo, dejaron huellas profundas por las que agradezco a Dios. Sin embargo, hoy quiero dialogar con el pastor Luís Goncalves, director de Evangelismo en la División Sudamericana.
Conversé más de una vez con este amigo, fiel siervo del Señor, quien vive por y para el evangelismo. Así me contó su “camino a Damasco” (Hech. 9:1-19): “Era líder catequista de una parroquia católica. Un día, leyendo la Biblia, me topé con Éxodo 20, en especial con el cuarto Mandamiento, que pide honrar el sábado. Recibí estudios bíblicos de Carlos Maia, su esposa Yolanda y la hermana Elena, de la ciudad de Sorocaba, en Brasil. En poco tiempo, en una campaña de evangelismo, acepté a Jesús y tuve la alegría de ser bautizado por el pastor Alcides Campolongo. Poco tiempo después, me llamó para ser parte de su equipo como obrero bíblico. Hoy soy pastor y evangelista desde hace más de 25 años. Pasé por muchos desafíos, aflicciones, ataques del enemigo, pero el amor de Dios me sostuvo en todo momento”.
Le pregunté a Luís qué es el evangelismo para él, y esto respondió: “Todo evangelista vive en la frontera: con una mano tomando a Dios y con la otra a la oveja, con el único propósito de salvarla. Consciente del tiempo en que vivimos, encaro cada predicación como si fuese la última. Hacer obra de evangelista es predicar con convicción, la verdad a tiempo y fuera de tiempo, apasionado por Jesús y por las personas. Necesito evangelizar y bautizar. Es mi urgencia y prioridad vivir para salvar. Dios detiene por un poco de tiempo los vientos del Apocalipsis, y nos presenta el desafío de ir, de llevar esperanza y hacer discípulos hasta lo último de la Tierra”.
Tenemos, con sobriedad y equilibrio, que ser los “que escuchan las órdenes de su Capitán: vigilar, esperar, orar y trabajar, mientras se acerca el tiempo para la venida del Señor” (Elena de White, El evangelismo, p. 164).
Un evangelista no es un hombre que habla de Dios, sino Dios que habla a través de un hombre. Por eso, es como dice el pastor Goncalves: “No basta con ser adventista, tienes que ser evangelista”.