Para lo bueno y para lo malo
Entonces dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra”. 2 Corintios 7:3.
Llevo décadas enseñando, y casi siempre se repiten las mismas expresiones. Si el estudiante aprueba el examen, dice con satisfacción: “¡He aprobado!” Si lo suspende: “Me han suspendido”. Y me parece que es una actitud que se extiende a casi todas las facetas de la vida. Pensamos que los éxitos se deben a nuestras capacidades y los fracasos a los demás, o a condicionantes externos. Pero la realidad no es así, tenemos mucha influencia de los demás en nuestros mejores momentos. Y hay mucho de nosotros en los errores.
Por esta y por otras razones Jesús creó la iglesia como un espacio donde todos apoyamos a todos para tener más posibilidades de crecimiento y madurez. Nos concedió dones y talentos diversos para que fuésemos complementarios, y allá donde uno no llega pudiera llegar el otro. Nos permitió vivir en atmósferas positivas, generadas por el amor, para que sintiéramos que no necesitamos estar solos ni tensos. Creó un entramado de vínculos, de corazón a corazón, enlazados por la confianza.
Me fascina la expresión de Pablo porque fortalece la idea de que tenemos en el corazón a nuestra gente para la vida y para la muerte, para lo bueno y para lo malo, para compartir los éxitos y superar los fracasos. Todo ello, junto. Su versículo nos ilumina sobre lo que es crecer y comprender la realidad desde la comunidad. Y comprender implica mucho más que conocer, implica reconocer.
Sabemos bastante de la vida de mucha gente. A veces, hasta compartimos demasiado de ese conocimiento. Pero ¿los reconocemos suficientemente? ¿Nos acercamos a tal o cual persona cuando nos ha ido bien, a agradecerle cuánto ha propiciado el que nos fuera así? ¿Nos aproximamos a alguien cuando algo no ha salido como pensábamos, a disculparnos porque no se han cumplido las expectativas? No reconocemos lo suficiente, y eso bosqueja una realidad distorsionada en nosotros.
Te propongo un ejercicio para todo el día. Toma nota de aquellas situaciones que consideras relevantes en el transcurso de la jornada. A la noche, en tus reflexiones finales, evalúa esas situaciones. Analiza quiénes han propiciado que fuesen positivas y tenlo en cuenta para agradecérselo. Analiza también las adversas, y mira qué es lo que tienes que modificar para hacerlo mejor en el futuro.
Quiero que sepas una cosa, no te conozco demasiado pero ya te llevo en mi corazón, para lo bueno y para lo malo. Espero, por supuesto, que sea más de lo primero.