“Yo estoy contigo para guardarte”
“Yo estoy contigo para guardarte y para defenderte” (Jeremías 15:20).
Miguel Ángel Buonarroti, el célebre artista del Renacimiento, encarnó los ideales de la cultura humanista de su época. Como uno de los prohombres de la historia, el insigne florentino triunfó y se hizo famoso en distintas áreas del saber. Como arquitecto, pintor y escultor es uno de los más grandes artistas de la historia; pero hace poco descubrí que su habilidad con las manos no se limitaba al pincel o al cincel, sino que también con la pluma demostró que tenía corazón de poeta.
En varias de sus Rimas dejó entrever la profundidad de su vida espiritual y las batallas que libraba dentro de sí mismo por vivir a la altura de lo que Dios esperaba de él. En la Rima 32 habla de su angustia en estos términos:
“Vivo en pecado, muriendo en mí vivo;
no es mía mi vida, que es del pecado.
Mi bien, del cielo; mi mal de mí viene,
del libre albedrío, que a mí me falta”.
¿Alguna vez tú mismo te has expresado en estos términos: “Vivo en pecado”? David expresó una verdad similar cuando dijo: “Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre” (Sal. 51:5, NVI). Y Pablo lo subraya con estas palabras: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (Rom. 7:18, 19). ¿Alguien se atrevería a negar la validez de la vida espiritual de David o de Pablo? Claro que no, puesto que la grandeza espiritual comienza cuando reconocemos nuestra pequeñez y derramamos nuestra alma ante Dios.
Miguel Ángel parece encontrar la solución a sus conflictos en la Rima 33:
“Desnúdame de mí, y con tu escudo
de piedad y tus verdaderas armas
defiéndeme de mí mismo”.
Él le pide a Dios que lo desnude de sí mismo, y que el escudo y las armas divinas lo defiendan de su peor enemigo: el propio Miguel Ángel. Sin importar si nuestro peor enemigo está dentro de nosotros, la promesa de Dios sigue siendo firme: “Yo estoy contigo para guardarte y para defenderte” (Jer. 15:20). Dios puede defendernos, incluso, de nosotros mismos.
Gracias por tan hermosa matutina, mi esposa y yo siempre la disfrutamos cada día, y esa es una realidad, que nuestro enemigo somos nosotros mismos, pues nuestra naturaleza carnal nada quiere con lo espiritual, que Dios nos guarde y nos defienda siempre, para serle fiel y llegar a la patria celestial.