Dios es nuestro refugio
«Porque tú has sido un refugio para el pobre, un protector para el necesitado en su aflicción, refugio contra la tempestad, sombra contra el calor». Isaías 25: 4
Conocí una vez un pueblo ubicado en una colina. Su posición geográfica lo hace codiciable para los grupos rebeldes, pues desde allí se puede dominar toda la región. Como resultado, la población civil de aquella zona vivió los horrores de la guerra por mucho tiempo. Primero funcionó un comando rebelde, hasta que un grupo paramilitar lanzó un violento ataque desalojándolos del lugar. A partir de ese momento establecieron un puesto de comando en la zona. Cuando visité el lugar en una ocasión, el vehículo debió pasar varios cordones de seguridad compuestos por hombres armados hasta los dientes.
Hay una buena cantidad de miembros de iglesia viviendo en este lugar con sus hijos. Están allí porque nacieron en ese lugar o porque es donde tienen sus negocios y propiedades. Uno de los hermanos me contó el último intento de los rebeldes de recuperar el pueblo. Ellos habían dicho que retomarían la población, matarían a todos sus habitantes y quemarían todas las viviendas. Fue en diciembre, varios de los combatientes paramilitares estaban de vacaciones; y otra parte, peleando en otras regiones. Solo había un puñado de hombres protegiendo el pueblo. De alguna manera, los rebeldes se percataron de esto y decidieron lanzar un ataque sorpresa con una gran cantidad de hombres. Dispusieron sus fuerzas en cuatro grupos que intentarían llegar a la cumbre de la colina por cuatro puntos diferentes.
Había solo veinte hombres para defender el pueblo. Por eso formaron cuatro grupos de cinco hombres. Usando camionetas, se movilizaban para reforzar los puntos donde más se necesitaba. Lucharon fieramente, pero los rebeldes los superaban en número. Los cristianos de la población entendían que estaban en gran peligro, así que decidieron orar a Dios pidiendo su ayuda y protección. Cuando la mayoría de los defensores del pueblo habían caído en el campo de batalla y la destrucción del pueblo era inminente, sucedió lo impensable. Aparecieron dos helicópteros militares disparando a las tropas invasoras. Debido a su posición, estas eran blanco fácil, por lo que eran alcanzadas por la lluvia de proyectiles disparados desde las aeronaves. Cuando la pérdida de hombres era inmensa, decidieron retirarse y desistir de su intento.
Una vez más, Dios fue una fortaleza para sus hijos y para los niños y las mujeres de aquel lugar. Esa fortaleza que es @Dios está disponible para ti hoy. Él es tu refugio.