Reclama tu herencia
“Te prometo a ti lo mismo que le prometí a Moisés: ‘Dondequiera que pongan los pies los israelitas, estarán pisando la tierra que les he dado’ ” (Jos. 1:3, NTV).
Se estima que una población de más de dos millones de personas —hombres, mujeres y niños; israelitas y de la compañía mixta— salieron de Egipto al comenzar el éxodo. Sin embargo, solo dos personas de ese grupo inicial —Josué y Caleb— entraron en la Tierra Prometida. La falta de fe y la actitud derrotista del resto les impidió reclamar su herencia. Lamentablemente, muchas vivimos del mismo modo: sin disfrutar la victoria que nos pertenece. A veces comparamos a Canaán, la Tierra Prometida, con el cielo. Esto no está mal. Sin embargo, la lectura más sencilla es que Canaán representa la libertad del yugo de la esclavitud aquí en la Tierra. Dios rescató al pueblo de Israel para darle una mejor vida aquí y ahora, no solo en el más allá.
¡Miles se perdieron de esta bendición por no avanzar con fe y obediencia! Justo cuando estaban a punto de cruzar el Jordán, Dios le prometió a Josué que le daría todo el lugar que su pie tocase. ¡Qué promesa fabulosa! Con cada pisada, Josué y el pueblo de Israel estaban clavando banderas, reclamando su herencia. Con cada huella que sus sandalias dejaban en el polvo, estaban delimitando la dimensión de su heredad. Dios podría haber eliminado a los enemigos de Israel de un plumazo. Sin embargo, en su sabiduría, los desafió a conquistar la Tierra Prometida. La victoria estaba asegurada, pero el pueblo debía luchar y hacer su parte. La batalla revelaría quiénes preferían conformarse con la esclavitud antes que pelear por su libertad.
Jesús nos promete libertad de la esclavitud del pecado; no solo en el cielo, sino también aquí en la Tierra. La victoria está asegurada, pero debemos avanzar. Debemos conquistar progresivamente más y más terreno. ¡Reclama tu herencia! Si un pariente falleciera y te dejara una mansión millonaria, ¿no la reclamarías, aunque te llevara años de trámites y un sinfín de papeles? ¡Reclama tu herencia! No te desanimes ni te des por vencida. Sigue avanzando, sigue marcando el terreno con cada pisada.
La victoria está asegurada.
Señor, quiero ser fuerte y valiente para tomar posesión de toda la heredad que me pertenece como tu hija. Tú prometiste que nunca me fallarás ni me abandonarás. Contigo a mi lado, la victoria está asegurada.
Amén, solo confirma, que donde me diente y mus pies se paren, tu bendición estará contigo, Amén
excelente Dios los bendiga