Oportunidades
Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto. Juan 12:24.
Lo de Judas fue muy triste. Satanás le había sugerido la idea de traicionar a su Maestro (Luc. 22:3) e iba buscando la oportunidad. Su problema era lo económico, le daba demasiada importancia. Y no dudó en perder las amistades por culpa del dinero. Su falta de afecto es tan patética que no vaciló en entregar a Jesús con una de las mayores expresiones de cariño: un beso. ¡Qué paradoja! Dice Juan (Juan 18:2) que sabía muy bien dónde encontrarlo, porque se habían reunido muchas veces en ese lugar. Y es como para preguntarse: ¿No habían servido de nada tantos momentos de amistad? Bueno, así son las cosas del pecado. Convierte a los amigos en cosas, modifica los recuerdos a su antojo, desfigura las relaciones. Dice Mateo 27:3 que, tras la entrega, cambió de parecer. Alguna versión traduce que “se arrepintió”, pero el verbo original (metamélomai) tiene un significado más superficial. Algo así como “lamentarse”. No es lo mismo “lamentarse” que “arrepentirse”. A esta actitud la llamamos “atrición”. Está muy vinculada con el temor por las consecuencias. Ese sentimiento no le hizo cambiar y, finalmente, concluyó en la horca. Lo de Judas fue muy triste.
Lo de Pedro fue distinto. Tres veces negó a su Maestro y no dudó en emplear los peores juramentos que conocía. Dice Mateo 26:75 que, al darse cuenta de lo que había realizado, “lloró amargamente”. Podríamos pensar que, como sucedió con Judas, era un simple lamento, pero cuando observamos su conducta, llegamos a la conclusión de que era verdadero arrepentimiento. ¿Por qué? Porque un verdadero arrepentimiento produce cambios. En Juan 21:17, cuando Pedro tiene la oportunidad de aclarar las cosas con su Maestro, se siente “contristado” (lipeo). Esta es una palabra que habla de verdadero y profundo sentimiento. A esa actitud la llamamos “contrición”.
Judas solo pensaba en la bolsa, y llegó a creer que su pecado se podía solucionar con un “desembolso”; devolviendo treinta monedas. No había entendido que cuando nos equivocamos la culpa es de uno, y la solución de Otro. Pedro no había dejado de pensar en la pesca. Tres años con el Maestro lo ayudaron a intuir la inmensidad del Pescador de hombres. Y tuvo la oportunidad de una “repesca”. A Dios le encanta dar nuevas oportunidades. Solo hay que leer la Biblia para entender lo grande y cariñoso que es el Señor. Pedro cambió, y muchos, gracias a él, cambiaron.
Tú también tienes la ocasión de elegir entre “atrición” o “contrición”. ¡Ojalá aproveches bien la oportunidad!