Nuestros vecinos
Da esta orden al pueblo: “Van a pasar por el territorio de sus hermanos, los descendientes de Esaú, que habitan en Seír. Aunque ellos les tienen miedo, anden con cuidado”. Deuteronomio 2:4, BLPH.
“Los habitantes de Edom estarían nerviosos y aprensivos, y como resultado, podrían atacar repentinamente a Israel. Por otra parte, al saber que los edomitas tenían miedo, los israelitas podrían sentirse tentados a aprovecharse de ese temor e invadir el país” (1CBA, p. 975). Dios, leal aún con los infieles, había prometido ciertas bendiciones a los descendientes de Esaú, y se proponía cumplir su palabra. Estaban nerviosos al enterarse de que esta multitud pasaría por sus tierras. Dios advirtió a los israelitas que fueran cuidadosos, que no iniciaran ninguna pelea, que respetaran el territorio al cruzarlo y que pagaran lo que usasen. La idea era enseñar a los israelitas que obraran justamente con sus vecinos. Es un loable principio de convivencia. Seamos amables con nuestros vecinos, respetemos sus derechos, incluso los de los que se nos oponen. Establezcamos o restauremos relaciones.
Una de mis vecinas solía hacer una pregunta retórica: “¿Quién es tu mejor hermano? Tu vecino más cercano”. Con ella desarrollamos una hermosa amistad. No siempre he tenido vecinos tan abiertos y espontáneos. En una ocasión tuve por vecinos a una pareja académicamente bien preparada y financieramente bastante estable. Nos veíamos en el ascensor y solo nos saludábamos. Un día la esposa me contó muy angustiada que su cónyuge había sido diagnosticado con cáncer. Me ofrecí para orar por él, y fui a visitarlos. Él no quiso acercarse, y desde lejos me dijo que no necesitaba oraciones. La siguiente vez que vi a la vecina, le pregunté por su esposo. Me dijo que había muerto hacía dos semanas. Lamenté no haber hecho más por ellos. Imagino el dolor que siente Dios por las personas que rechazan su intervención.
Hay una labor que hacer por nuestros vecinos. “Visiten a sus vecinos uno por uno y acérquense lo más posible a ellos, hasta que sus corazones se enternezcan a causa de vuestra desinteresada atención y afecto. Simpaticen con ellos, oren por ellos, vigilen las oportunidades de hacerles bien y, tanto como puedan, reúnan a unos pocos y abran ante sus oscurecidas mentes la Palabra de Dios” (MB, p. 92).
Ora por tus vecinos, visítalos, llévales algún detalle y gánate su amistad.