Hecho con propósito
“Te alabo porque estoy maravillado, porque es maravilloso lo que has hecho. ¡De ello estoy bien convencido!” (Salmo 139:14).
¡Vamos al espejo!
Cabello muy lacio o rizado. Nariz muy pequeña. Nariz grande. Muy bajo. Demasiado alto. Ojos grandes. Ojos bien sesgados. Lleno de granos. ¿Y este tamaño de boca? ¿Y estas orejas? ¿Y tu dificultad para engordar? ¿O no poder perder algunos kilos?
¿Hay algo en ti que, si pudieras, cambiarías? ¡Pero qué pregunta tonta! ¡Por supuesto que lo hay! Nadie está ciento por ciento satisfecho con su imagen. Esta insatisfacción es natural en los seres humanos.
Pero, pensemos un minuto. ¿Quién te hizo? ¿Quién te creó exactamente cómo eres? Sabes la respuesta: ¡Fue Dios! Pero ¿por qué te creó de esa manera? La respuesta es: porque él tiene un propósito amoroso para ti.
¡Incluso antes de que nacieras, Dios sabía todo sobre ti! Él te imaginó, te concibió. Hay cosas en nosotros que podemos cambiar; pero otras, no. Si quieres cambiar una cosa u otra, y eso es posible, ¡está bien! Por ejemplo, tal vez tus dientes se hayan desalineado un poco y tengas que usar brackets para enderezarlos. Sin problemas con eso. Pero tal vez tengas una altura diferente de la que te gustaría tener. ¿Es posible cambiar esto? ¡Claro que no! Entonces, la única salida es aceptar y hacer el mejor uso de esta característica especial que Dios te ha dado.
Escribe tres características tuyas que te gustan. Agradece a Dios por haberte creado de la manera en que eres.